Se sabía desde hace años que en el centro de nuestra galaxia late un enorme agujero negro. Desde el punto de vista teórico, todos los vectores apuntaban a este hecho. Sin embargo, es ahora cuando un equipo de astrónomos alemanes, que lleva 16 años investigándolo, por fin ha podido confirmar que hay un colosal agujero negro tragando vastas cantidades de materia en el centro de la galaxia. Y lo tenemos al ladito, a unos escasos 27.o00 años luz. Tan cerca, que casi podemos notar como nos aletean las pestañas debido a su fuerza gravitacional.
Se sospechaba hace tiempo que la mayoría de las galaxias(quizá todas) poseen en su centro un agujero negro tan enorme que los científicos dieron en llamar “supermasivo”. Esta teoría cobraba fuerza conforme se descubrían indicios que apuntaban a que esta hipótesis era correcta. Además, con ella se explicaba con mucha lógica el nacimiento de las galaxias y el papel fundamental que tendrían los agujeros negros en ese acontecimiento. Representan el corazón de un sistema estelar y constituyen la fuerza que mantiene unidas las estrellas y que, debido a su intensa gravedad, permite generar inmensas masas de polvo y gas que a su vez forman los cuerpos celestes.
Andrea Ghez, brillante astrónoma de la Universidad de California en los Angeles, ya había desmostrado la existencia de un masivo agujero negro en el centro de la Vía Láctea mediante novedosas observaciones con el Telescopio Keck II en Hawaii. Un equipo de astrónomos alemanes liderado por Reinhard Genzel, del Instituto Max Planck de Alemania, llevaba 16 años rastreando nuestra galaxia buscando mas datos para la inequívoca confirmacion del agujero negro que debería vivir en el centro y, de paso, delimitar su tamaño exacto. Finalmente lo han conseguido. Y a fe nuestra que resulta una tarea difícil pues un agujero negro no se puede ver. Su atracción gravitatoria es tan poderosa que ni siquiera la luz escapa de su mortal abrazo. Imaginen que potencial exhibe un punto en el espacio que contiene toda la materia comprimida de una estrella que ha explotado en una supernova. En un espacio infinitamente pequeño se condensa todo el material de la estrella, transformandose en lo que llamamos agujero negro.
Nuestra entrañable galaxia no ha querido ser menos y gracias a la constancia de estos astrónomos alemanes, ha mostrado sus encantos a los telescopios, dejando bien claro que ella también tiene su corazoncito. Y menudo bicho, porque no se trata de un agujero negro de los de andar por casa. Lo que han confirmado definitivamente los científicos es que a 27.000 años luz de la Tierra, se encuentra un bestial agujero negro de una masa equivalente a 4 millones de soles. Si ya con uno de masa equivalente a unos miles de soles representa un brutal acontecimiento cósmico, no quiero ni pensar lo que significa semejante monstruo de 4 millones de soles. Esta dulce criatura que devora mundos sin despeinarse y tritura materia estelar a ritmo vertiginoso, se bautizó con el nombre de Sagittarius A*.
Aunque los agujeros negros no pueden verse(por definición, son negros), sus poderosas fauces atraen materia tan ferozmente que cuando caen dentro del agujero emiten salvajes cantidades de energía por la velocidad con que giran al acercarse el borde y ser devorada violentamente. Se usan telescopios muy potentes que hacen que la tarea de la detección de estos monstruos oscuros sea posible. Sin embargo, nuestra galaxia posee inmensas nubes de gas y polvo que dificultan enormenente la detección de estos chorros de energía que se producen por las fulguraciones de materia desintegrada en el horizonte de sucesos, el lugar límite donde ya no escapa nada de la bestia.
¿Cómo han hecho para confirmar que existe el agujero negro? . Imaginen una cama bien blandita y encima colocamos una bola de plomo macizo invisible. Se formará una depresión en el centro del colchón que conforme se aleja, se va haciendo menos profunda. Si lanzamos un montón de canicas hacia el agujero formado, dichas bolitas girarán alrededor con una trayectoria determinada, en función de su peso y del hoyo que ha generado la bola invisible. Si ese hueco no estuviera, las bolitas pasarían por la superficie del colchón con trayectorias muy diferentes. Pues así mismo funciona en el espacio, sólo que ahora la cama es una región del universo, la bola de plomo invisible es el agujero negro y las canicas son las estrellas.
Los astrónomos utilizaron ondas de rayos infrarrojos que evitaban el polvo estelar que bloquea la vista de esa zona central. Durante años, fueron tomando puntos de referencia de la órbita de las 28 estrellas, que se mueven más rápido por estar cerca del agujero negro. «Han podido estudiar la órbita completa de una de ellas que tarda 16 años en recorrerla y de ese modo pueden definir la materia que siente cada estrella, que es la que tiene el agujero negro», explica López Aguirre, del Instituto Astrofísico de Canarias. «Las órbitas estelares demuestran que la concentración total en el centro de cuatro millones de masas solares debe ser un agujero negro, más allá de cualquier duda razonable», apostilla Genzel. El astrónomo canario confirma la importancia de este exhaustivo estudio: «Es muy importante porque se sabía que había un agujero negro supermasivo en el centro de la galaxia, pero aquí han determinado con gran finura la masa que tiene, algo que no se había logrado hasta ahora».
A lo largo de todos estos años de estudio, el equipo fue cambiando los instrumentos que utilizaba en sus mediciones y observaciones, a medida que éstos mejoraban. Comenzaron utilizando la cámara SHARP, del telescopio del observatorio de La Silla (Chile). Después se sirvieron del Telescopio VLT de largo alcance, de la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral (ESO). Los últimos avances tecnológicos les han permitido una precisión asombrosa: podrían ver una moneda de euro a 10.000 kilómetros de distancia. Fue así como observaron que 6 de las 28 estrellas orbitaban el agujero negro en un disco, algo que sólo se suponía por datos estadísticos. Aún así, no hay una explicación al hecho de que estas estrellas, que son jóvenes, estén tan cerca del Sagitario A* , donde la fuerza del propio agujero negro habría impedido que formaran sus órbitas.
Dar respuesta a esta pregunta es uno de los muchos retos que los astrónomos tienen por delante. Su siguiente paso, según el investigador Frank Eisenhauer, es combinar la luz de cuatro telescopios de largo alcance, una técnica conocida como interferometría, lo que mejorará la extactitud de las observaciones de 10 a 100 veces respecto a las actuales. Si es así, la ciencia estará más cerca de probar la Teoría General de la Relatividad de Einstein. Mientras tanto, no podemos quitar ojo del supermonstruo que acecha en el centro de la galaxia. No quiero ser agorero, pero a poco que pasen algunos miles de millones de años, probablemente nos devorará en una orgía de fulguraciones plasmáticas y energía desatada. No sé vosotros, pero yo no pienso quedarme a contemplarlo.