En unos pocos millones de años no seremos capaces de ver las galaxias en el espacio que nos rodea. Al menos, eso es lo que se desprende de los nuevos y excitantes descubrimientos hechos por la NASA respecto a la existencia de la “energía oscura”. Esta energía es la que acelera la expansión del universo y hace que las galaxias vecinas huyan, cada vez más rápido, de nuestro alrededor.
Hace algunos miles de millones de años, el universo era muchísimo más pequeño que ahora. De hecho, si retrocedemos el tiempo suficiente, su tamaño sería todo lo pequeño que queramos, hasta llegar al momento del Big Bang. Ese evento, magistralmente explicado sin utilizar crípticas formulas matemáticas por Stephen Hawking en su más famoso libro “Breve historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros“, originó todo lo que nos rodea y más allá hasta el infinito. Un infinito que, como tal, no ha dejado de expandirse desde su inicio. A consecuencia de su expansión, los objetos astrofísicos, como las galaxias, se han alejado unos respecto de los otros, otorgando al universo su enorme tamaño actual. Por supuesto, esta expansión no tiene efectos en la pequeña escala, como las estrellas que pertenecen a una misma galaxia.
Simplificando bastante la cuestión, la velocidad de esa expansión universal depende de la velocidad inicial de cada elemento del universo, proporcionada por el Big Bang, y la cantidad de masa que hay en él. La fuerza de la gravedad actúa como un freno para la expansión y, basándose en la cantidad de materia que contiene, puede calcularse cuál debería ser su ritmo del crecimiento (que lógicamente debería ir disminuyendo, tal como disminuye la velocidad de una piedra que lanzamos hacia arriba). Por ende, conociendo la cantidad total de masa existente podríamos calcular si estamos en un universo cerrado que eventualmente colapsará sobre sí mismo, o abierto y expandiéndose ilimitadamente, aunque cada vez con menor velocidad. Y aquí viene lo bueno: algunos astrónomos sostienen que, en realidad, la expansión del universo se está acelerando.
A pesar de las pruebas proporcionadas por la observación de galaxias lejanas, hasta ahora nadie había podido proporcionar una explicación más o menos convincente de por qué, hace unos 6.000 millones de años, su expansión dejó de frenarse y empezó a acelerarse. Si volvemos al ejemplo de nuestra piedra lanzada hacia arriba, lo que está ocurriendo es que, en lugar de detenerse, sin explicación aparente ha comenzado a acelerar hacia el cielo. Así como la denominada “materia oscura” era el recurso favorito de los científicos para explicar por qué el universo podría ser cerrado, ahora especulan sobre la naturaleza de una misteriosa energía oscura que podría explicar este efecto de aceleración.
Esta teoría ha recibido un importante impulso gracias a los resultados de unas recientes observaciones realizadas con el telescopio en órbita de rayos X Chandra, que fotografió algunos cúmulos de galaxias lejanas. Dado que la luz demora en llegarnos un tiempo proporcional a la distancia que separa a esas galaxias de nosotros, cuanto más lejos está el objeto observado, más “vieja” es la imagen que obtenemos de él. Los astrónomos, al observar el gas caliente a través de los rayos X de los cúmulos recientes (cercanos) y antiguos, con más de 5.000 millones de años de existencia (más lejanos) han visto cómo han cambiado el número y la masa de los cúmulos de galaxias a lo largo del tiempo.
La primera conclusión que puede obtenerse del estudio es que Einstein finalmente tenía razón cuando afirmaba que la relatividad general funciona a grandes escalas y en que era necesaria una constante cosmológica en sus ecuaciones (aunque luego la desechara).
“Si combinamos todos los datos, tenemos la prueba de que la energía oscura es la constante cosmológica de Einstein, o, en otras palabras, que ‘la nada pesa algo’“, afirma Alexey Vikhlinin, del Smithsonian Astrophysical Observatory (Cambridge, EE.UU.), quien ha dirigido el estudio. La energía oscura sería la energía del vacío, que los físicos gustan visualizar como un campo de partículas muy ligeras en un estado inestable, básicamente un residuo del estado del universo justo después de Big Bang. Si están en lo cierto, cuando todas estas partículas se conviertan en materia, dentro de algunos miles de millones de años, el universo finalmente dejará de acelerar. Salvo, claro, que antes las observaciones nos permitan elaborar alguna teoría distinta.