US Airways 1549, 15 de enero de 2009. Todo parecía indicar que el Airbus A320 comenzaría su viaje sin incidentes tras salir del Aeropuerto LaGuardia, pero al golpear una bandada de gansos de Canadá y perder potencia en sus motores, sólo le quedó una opción: Amerizar de emergencia en el medio del río Hudson. Si bien hubo un número importante de heridos, todos los pasajeros y tripulantes sobrevivieron al evento, rápidamente calificado por la prensa internacional como «un milagro». Considerando la cantidad de variables que el piloto debe tener en cuenta, la expresión no suena exagerada…
Es necesario comenzar destacando que el «milagro en el Hudson» no es el único de su tipo. El 15 de octubre de 1956, un Boeing 377 Stratocruiser con la designación Pan Am 6 sufrió una falla en sus motores, y la tripulación logró mantener a la nave en el aire hasta el amanecer, mejorando así sus posibilidades del éxito. El avión perdió la cola con el impacto, y giró 180 grados… pero todos sobrevivieron (24 pasajeros, 7 tripulantes).
El amerizaje de emergencia o «ditching» es utilizado como último recurso, a un extremo tal que los pilotos no reciben un entrenamiento avanzado. No hay prácticas previas en la cabina del avión, ni sesiones en el simulador. Chesley Sullenberger, comandante del US Airways 1549, reveló el año pasado que el único entrenamiento que recibió relacionado a un amerizaje de emergencia fue la lectura de un par de párrafos en un manual, y una breve discusión en clase.
El «ditching» es mucho más común en aeronaves compactas. Ahora, eso no significa que los grandes aviones comerciales puedan descartar la posibilidad de caer en el agua, y sus fabricantes están obligados a seguir ciertos requerimientos en su diseño. Uno de los más importantes es que el avión flote el tiempo suficiente para que los pasajeros logren abandonarlo con éxito.
En cuanto al resto… digamos que está fuera del control del fabricante y los pilotos. Por ejemplo, las olas son enemigas. Cuanto más grandes, más peligrosas resultan para el proceso de amerizaje. Los pilotos deben tratar de llegar al agua en una posición paralela a las olas, y reducir así el riesgo de daño. Mantener a las alas niveladas y al resto del avión en un ángulo no muy pronunciado es fundamental, pero el esfuerzo no se limita a la cabina.
El resto de la tripulación debe informar, contener y preparar a los pasajeros para el impacto. Cualquier objeto suelto tiene que ser asegurado de inmediato, y evitar que se convierta en un proyectil. El clima es otro componente crítico de la ecuación. Más arriba mencionamos que Pan Am 6 esperó al amanecer, y US Airways 1549 tuvo su milagro con un clima casi perfecto en pleno invierno.
La clave es lograr que el avión no se fracture. Una fractura equivale a inundaciones, y si entra agua, el avión se hunde más rápido. Lo mismo sucede si queda de cabeza. El contacto debe ser lo más lento y suave posible, con el tren de aterrizaje arriba, y los «flaps» abajo (mayor control y sustentación a velocidades bajas). Una vez en el agua, la evacuación necesita ser rápida, y el avión incluye todo (salvavidas, bengalas, radios y balsas de emergencia) para que así sea. Muchas de las muertes asociadas a eventos de ditching no ocurren por el impacto, sino por ahogamiento.