Las impresoras 3D revolucionaron por completo al mundo DIY, y reescribieron muchas reglas en materia de generación de prototipos y fabricación de repuestos, pero también tienen otra «habilidad»: Responder preguntas que nadie está haciendo. Así llegamos al canal de Emily the Engineer, quien decidió imprimir un inodoro en 3D, y ponerlo a prueba… hasta cierto punto.
La impresora 3D es una de muchas asignaturas que tengo pendientes. Mis problemas se reducen a costo, espacio, polvo, y una gata con instintos asesinos, pero los servicios locales me han ayudado a resolver proyectos específicos. Ahora, debo reconocer que no tardaría demasiado en perder el control. La tentación de enfrentar cualquier desafío a pura impresión 3D es muy grande, y sé que no estoy solo en esa locura. De hecho, Emily the Engineer la representa perfectamente con su último proyecto: Un inodoro impreso en 3D. Porque sí.
El desafío/horror de imprimir un inodoro en 3D
Todo comenzó con el desarrollo del modelo en OnShape (su modo gratuito es excelente para principiantes), y la impresión de un modelo en miniatura. Emily no tardó en comprobar que la falta de hermetismo en las piezas se convertiría en un dolor de cabeza. Como si eso fuera poco, es imposible imprimir un inodoro entero usando equipos comerciales. La clave es dividir el diseño en varias piezas (algunas de ellas tardaron más de tres días), con una combinación de paredes más gruesas, mucho pegamento, y un soldador de estaño para sellar las zonas complicadas.
Eso sin olvidar que la impresión 3D requiere una dosis apropiada de buena suerte, porque algunas impresiones fallan aún bajo condiciones «óptimas». Con un par de crisis emocionales superadas, Emily logró obtener las piezas necesarias. Afortunadamente (YouTube hubiera incendiado el vídeo de lo contrario), todas las pruebas se llevaron a cabo usando agua segura. Un segundo tapón y un par de pérdidas selladas después, Emily creó un adaptador para llenar su depósito con una manguera de jardín.
Y funcionó… dentro de lo que se podía esperar. Los desperdicios de filamento sirvieron de «número 2» en las pruebas posteriores, seguidos por papel higiénico, y un guante de goma. El resto es caos alimentándose a sí mismo: Un soporte para el papel higiénico, posavasos, dos apoyabrazos, un cargador para el móvil, un bidet… y ruedas. La prueba de movilidad me hizo recordar al Reliant Robin en Top Gear, y el uso de un hoverboard eléctrico definitivamente no mejoró las cosas.