16 de julio de 1945. La prueba atómica Trinity se desarrolla con éxito, dando inicio a la Era Atómica. Se trató de uno de los secretos mejor guardados de aquella época, pero a pesar de los esfuerzos, la propia naturaleza de la detonación fue suficiente para revelar su existencia. ¿Qué sucedió exactamente? El misterio comenzó al otro lado del país, en el estado de New York, cuando la compañía Kodak detectó una serie de puntos negros en películas radiográficas defectuosas…
¿Cómo se esconde una explosión atómica? En la actualidad, esa sería una tarea virtualmente imposible, pero Estados Unidos lo intentó en los ’40. Cuando Trinity cambió la historia para siempre, los medios locales hablaron de una «gran explosión convencional», sugiriendo un evento accidental. De hecho, ni siquiera el gobernador de Nuevo México estaba al tanto de la naturaleza del artefacto, y en esencia se enteró después de Hiroshima. Sin embargo, una bomba atómica es mucho más que su explosión, y algunas cosas no habían sido entendidas del todo…
El último vídeo publicado por Veritasium hace un excelente trabajo explicando aquella situación: Kodak, la famosa compañía fotográfica, descubrió una serie de puntos negros en sus películas radiográficas sin usar. Jamás habían sido retiradas de su paquete original, pero de algún modo quedaron expuestas a radiación. Si bien ese no era un problema nuevo (el radio fue utilizado en relojes e instrumentos, y podía contaminar las películas), Kodak mantenía un estricto control sobre sus líneas de producción. Algo más estaba interfiriendo.
En agosto de 1945, un investigador de Kodak llamado Julian H. Webb recibió la misión de analizar el origen de la contaminación. Su medición inicial de partículas alfa no arrojó resultados positivos, por lo que el radio y otros emisores similares quedaron descartados. En cambio, al medir partículas beta, Webb detectó gran actividad. Al combinar los valores energéticos con la vida media de las partículas, el investigador concluyó que el contaminante era el isótopo 141 del cerio… que sólo podía salir de una explosión de fisión nuclear.
Como si fuera poco, el cerio apareció en otras papeleras de Kodak, a cientos de kilómetros de distancia entre sí. ¿La razón? Deposiciones radiactivas, fallout. La explosión de Trinity arrojó todo ese material a la atmósfera, y las corrientes de viento hicieron el resto, cubriendo más de mil kilómetros y contaminando los ríos. El agua de esos ríos fue utilizada por las papeleras de Kodak, arruinando sus películas desde el principio.
Ahora, los científicos en Los Álamos se enteraron de la detección por parte de Kodak, y lógicamente, solicitaron detalles adicionales como vida media, tamaño de las partículas y registros de radiactividad por milla cuadrada… pero no olvidemos que todo esto era secreto, y Webb (quien había sido parte del Proyecto Manhattan) terminó compartiendo sus datos en 1949, cuatro años más tarde.
Kodak reconoció el problema de inmediato, y se vio obligada a monitorear los niveles de fallout en sus instalaciones, mientras que el gobierno estadounidense multiplicó sus pruebas atómicas. La idea original era buscar un lugar en la Costa Este, para que la contaminación fuera desplazada hacia el Atlántico por los vientos occidentales predominantes. Sin embargo, eligieron Nevada, por su cercanía a los laboratorios de armas.
En 1951, Kodak detectó una nueva detonación (probablemente bajo las operaciones Ranger o Buster–Jangle) y amenazó con demandar al gobierno por el daño a sus productos, pero ambas partes llegaron a un acuerdo: Kodak recibiría alertas y predicciones sobre el desplazamiento de las deposiciones radiactivas, y a cambio… debía callarse la boca.
Durante los siguientes doce años, la contaminación del centenar de pruebas nucleares en superficie cubrió a gran parte del país. Dicha contaminación llegó a la cadena alimenticia, con presencia de yodo (cáncer de tiroides) y estroncio (análogo del calcio que termina en los huesos). El acuerdo entre el gobierno y la industria fotográfica fue denunciado y criticado abiertamente en 1997, en especial por el senador Tom Harkin, quien sentenció con contundencia: «El gobierno protegió rollos de películas, pero no las vidas de nuestros niños».