Presentada en el año 1960 por el físico Freeman Dyson, la famosa esfera que lleva su nombre ha hecho volar nuestra imaginación. Tanto la esfera en sí como sus variantes posteriores son piezas fundamentales en múltiples trabajos de ciencia ficción, sin embargo, la gran pregunta es… ¿podremos? ¿Acaso la humanidad será capaz de alcanzar un nivel que le permita construir algo similar a una esfera Dyson? Aún si sólo obtenemos un porcentaje mínimo de la energía del Sol, eso nos cambiaría para siempre como civilización, pero los obstáculos son, literalmente, de escala planetaria…
El descubrimiento del fuego alteró nuestra evolución por completo. Primero usamos hojas, ramas, y hierbas secas. Después aprovechamos la madera en mayor volumen. Descubrimos el carbón y el gas natural, controlamos el poder del petróleo, partimos el átomo, y ahora nos dirigimos a la fusión, pero también estamos mirando hacia arriba. La historia energética de la humanidad es fascinante, y su próximo gran capítulo involucra a nuestra estrella madre, el Sol. Los paneles y las granjas solares se multiplican, y la eficiencia va en ascenso, pero en un futuro muy lejano, la relación con el Sol deberá ser mucho más estrecha si queremos abandonar la Tierra. Una posible solución fue revelada en 1960, y más allá de sus espectaculares requerimientos, volvemos a ella una y otra vez: La esfera Dyson.
A pesar de lo que nos enseñaron algunos trabajos de ciencia ficción como Star Trek: TNG y el juego Freelancer, el diseño de una esfera Dyson sólida no es el más recomendable debido al riesgo de impactos, llevando a pérdida de estabilidad y su colapso hacia el Sol. La alternativa es un enjambre Dyson, compuesto por la red de satélites más grande de la galaxia, y posiblemente del universo. Asumiendo que cada unidad de recolección mide un kilómetro cuadrado, para envolver al Sol necesitaríamos 30.000 billones (nuestros billones). Ahora, ¿de dónde sale el material para construirlos? En eso tenemos un poco de suerte, ya que la respuesta se encuentra en Mercurio. Su ventaja es doble: Por un lado, está muy cerca del Sol (lo que reduce distancias de traslado), y por el otro, es muy rico en metales. En resumen, nuestro enjambre Dyson requiere devorar a Mercurio.
¿Y qué sucede con la energía? Bueno, la eficiencia será un factor crítico. El diseño de un enjambre Dyson demanda crecimiento exponencial, o sea, cada satélite debe proveer la energía suficiente para construir otro. Primero uno, después dos, luego cuatro, ocho, y así. La leyenda del ajedrez y los granos de arroz, en versión satelital. Si todos los problemas de infraestructura son resueltos, no hay pérdidas de eficiencia, ni accidentes ni retrasos, el tiempo estimado de construcción no sería tan extremo. Calculando un mes por kilómetro cuadrado de recolectores, el enjambre estaría listo en una década. Por supuesto, estos son simples números, y el estado actual de la humanidad nos hace dudar de cualquier futuro ambicioso… pero no es imposible.
Una década? Ja!
El esfuerzo para construir los satélites a ese ritmo también crecería de forma exponencial.
10 personas para el primero, luego 20, luego 40, 80, 160, etc. como el asunto de doblar una hoja de papel. no alcanzaría la humanidad completa para terminar la obra.
No creo que llevar gente a mercurio sea buena idea ni que piensen en ese sentido. Creo que lo más práctico sería una cadena de robots autorreplicantes.
A mí me ha gustado el artículo. Me pareció un acierto total incluir un vídeo de Kurzgesagt, pues es canal explica muy bien ese tipo de cosas
Aunque he de decir que estoy de acuerdo con otro comentario que decía que no es posible hacer algo semejante en sólo una década.
En resumen, me ha gustado pero no estoy de acuerdo con todo lo que dice.