El costo de producción de las denominadas “tierras raras” -elementos químicos del grupo de los lantánidos (del cerio al lutecio)- aumenta día a día, y China parece concentrar la mayor parte de sus reservas. Se trata de materiales que hasta hoy resultaban indispensables para la fabricación de innumerables productos, entre ellos los coches eléctricos. Pero un invento del profesor Nobukazu Hoshi de la Universidad de Tokyo puede terminar con esta dependencia, permitiendo la construcción de motores destinados a estos coches sin la necesidad de utilizar tierras raras.
Probablemente uno de los mercados que más crecerá en los próximos años es el de los motores destinados a los coches eléctricos. Nadie duda que los combustibles fósiles no durarán para siempre, y que su quema indiscriminada produce enormes daños ambientales. Los coches constituyen uno de los principales grupos productores de dichos gases, por lo que los modelos híbridos primero y los puramente eléctricos más tarde representan el futuro. Y para que existan coches eléctricos se necesitan motores adecuados. En general, los que se emplean en los coches no difieren demasiado de los empleados en cualquier otro artefacto, pero para poder conseguir la potencia necesaria sin que su peso se vaya a las nubes requieren para su fabricación compuestos especiales. Entre los elementos más polémicos que se requieren para fabricar una batería se encuentran las denominadas “tierras raras”.
Lo de “polémico” de las tierras raras viene a cuento de lo que cuesta su producción, de lo que se contamina el ambiente durante su extracción y -sobre todo- de quien los produce. Contra lo que puede hacernos suponer su nombre, las tierras raras no son tan raras. De hecho, muchos de esos minerales son más abundantes que el plomo, y aún los más escasos se encuentran en mayor cantidad que el oro o el platino. Pero extraerlos de la corteza terrestre no siempre es fácil, y durante el proceso se suelen contaminar las fuentes de agua potable o la atmósfera. Probablemente lo que más preocupa a los fabricantes de coches eléctricos es que el 97% del total de tierras raras producidas en el mundo provienen de China, y nadie quiere basar una industria en un compuesto cuya producción no controla. Sin embargo, el panorama parece estar a punto de cambiar.
Nobukazu Hoshi, un profesor del laboratorio de ciencias de la Tokyo University, ha desarrollado un tipo de motor que no necesita tierras raras. El prototipo, ensayado sobre un Mazda Roadster de 1999 equipado con cinco baterías de litio, cada una de ellas de 21.5 x 33.5 x 21 centímetros y 20 kilogramos de peso, demostró que el “motor de reluctancia conmutada“ (“switched reluctance motor”) libre de tierras raras podía moverlo sin problemas. Hoshi no es el único que está trabajando en este tipo de motores. Toyota, una de las empresas más comprometidas con el negocio de los coches eléctricos, también está desarrollando uno similar. Si tienen éxito -y todo parece indicar que lo tendrán- dispondremos de coches eléctricos completamente limpios. No solo por el tipo de “combustible” que emplean, sino por los materiales utilizados en su construcción.