Si bien se trata de un coche que jamás podrá llevar un pasajero, el trabajo de un grupo de científicos holandeses constituye un verdadero hito en los anales de la nanotecnología. El pequeño coche está conformado por un puñado de átomos, con cuatro extensiones a modo de ruedas, que puede avanzar algunas milmillonésimas de metro cada vez que recibe un tren de pulsos eléctricos. Es posible que no tenga una aplicación práctica inmediata, pero constituye una prueba irrefutable de lo que puede hacer la nanotecnología en la actualidad.
La industria automotriz está migrando -muy lentamente- hacia los coches híbridos o eléctricos. Cada semana vemos algún avance que nos acerca un pasito más al dia en que todos los coches pertenezcan a esa categoría, aunque queda todavía mucho camino por recorrer. Un grupo de científicos holandeses, pertenecientes a la University of Twente, han querido utilizar las posibilidades que brinda la nanotecnología para crear un pequeño (¡pequeñísimo!) coche a partir de un puñado de átomos, capaz de desplazarse por una improvisada carretera de metal gracias a breves impulsos eléctricos.
El trabajo, si bien constituye una curiosidad científica, no tiene por ahora una aplicación práctica o comercial. Sólo demuestra cuales son las posibilidades que brinda la nanotecnología actual. El coche en cuestión es una molécula, diseñada a medida con cuatro “extensiones” que hacen las veces de “neumáticos”, y que solo puede funcionar a temperaturas extremadamente bajas, muy cerca del cero absoluto. La energía necesaria para que el coche se desplace es aportada por un microscopio de efecto túnel, un dispositivo que a través de una punta muy fina de metal genera una corriente de polarización que mueve electrones de un lado a otro mediante el efecto túnel. Cuando reciben esta corriente, las zonas de la molécula que actúan como ruedas se deforman y la impulsan hacia adelante. Para avanzar necesita recibir un tren de impulsos electricos, y durante los experimentos se demostró que puede desplazarse hasta seis milmillonésimas de un metro cada vez que recibe 10 impulsos eléctricos. Tibor Kudernac, responsable de la investigación, consciente de que su trabajo es poco más que una curiosidad, ha dicho que
Basta con mirar a nuestro alrededor para ver que en todos los sistemas biológicos existen un gran número de máquinas moleculares o de motores formados a partir de proteínas que realizan funciones muy específicas. Por ejemplo, la contracción de nuestros músculos existe gracias a motores basados en proteínas. Este vehículo eléctrico es solamente la demostración simple de que podemos lograr a hacer algo similar y, por tanto, constituye un ejemplo capaz de motivar a otros científicos a realizar una aplicación práctica.
Es difícil imaginar cual podría ser la aplicación concreta de este principio que logre convertir en millonario a algún inventor, pero estamos seguros de que dentro de no mucho tiempo veremos en las tiendas dispositivos que funcionan gracias al trabajo del equipo dirigido por Kudernac.