No hay que buscar con demasiada intensidad para descubrir la «visión» de la República Socialista de Rumania en los años ’80, y las nefastas actividades de su policía secreta, la Securitate. La vida de los rumanos era dura, y tenían un acceso muy limitado a ciertas cosas, incluyendo la tecnología. En el mejor de los casos sólo se podía encontrar algún clon del ZX Spectrum con un costo exorbitante, y el Cobra era uno de ellos, pero a partir de la necesidad surgió un movimiento de entusiastas decidido a construir sus propios clones, desafiando a las autoridades en el proceso.
Imagina un mundo en el que un estado decide inflar artificialmente los precios de componentes electrónicos para evitar que su población construya radios u ordenadores. Eso fue lo que sucedió en la Rumania comunista de los años ’80, pero la intervención estatal era mucho más extrema de lo pensado.
Si quieres conocer otros detalles, deberías echar un vistazo al documental «Chuck Norris vs. Communism», que nos enseña los movimientos y los riesgos que corrían algunas personas para ver e intercambiar películas «prohibidas» en VHS. Sin embargo, las películas eran apenas un ítem por el que la gente estuvo dispuesta a coquetear con la ilegalidad. Después estaban los ordenadores, y en especial, los clones del Cobra.
A principios de los ‘80, el ZX Spectrum se había transformado en uno de los sistemas más copiados de todo el Bloque Oriental. Cobra (COmputere BRAsov) era apenas uno de los clones que se fabricaban en Rumania, pero su costo lo dejaba fuera del alcance de la gran mayoría: 35.000 lei, la mitad de lo que valía un coche Dacia 1300, la versión rumana del Renault 12.
Una solución parcial y definitivamente ilegal surgió gracias a un grupo de estudiantes de la Universidad Politécnica de Bucarest, quienes comenzaron a construir sus propias copias del Cobra. Combinaron recursos, obtuvieron placas base «extraídas» de la fábrica, y llegaron a acuerdos especiales con proveedores de componentes electrónicos al por mayor. El Cobra era maravilla tecnológica y símbolo de rebeldía a la vez.
Más de tres décadas después, algunos de esos estudiantes aseguran que el número de Cobras construidos por ellos superaron a los que salieron de la fábrica. Cada Cobra requería en promedio 2.000 puntos de soldadura, pero los entusiastas también se vieron obligados a fabricar las herramientas para diagnosticar los ordenadores cuando no funcionaban correctamente. Del mismo modo en el que las películas VHS se convirtieron en un documental, espero que alguien haga un corto sobre el movimiento Cobra.