Un grupo de científicos, reunidos en la Asilomar Conference Grounds (California), ha emitido un documento que contiene una advertencia para el resto de la humanidad. Según estos especialistas, de continuar con los avances en inteligencia artificial y robótica sin control, podríamos dirigirnos rápidamente a una catástrofe. El estado actual de la tecnología, que permite construir desde robots militares autónomos hasta modelos que pueden volar, preocupa a los científicos, que creen pueden producirse altos índices de paro entre los humanos, hechos de delincuencia robótica o incluso un alzamiento robot.
De tanto en tanto, un grupo de científicos especialistas en robótica e inteligencia artificial se reúne en algún sitio para analizar el estado de la tecnología que ellos mismos están desarrollando y determinar las posibles consecuencias que podrían tener sus inventos en el futuro de la humanidad. No siempre tenemos noticias de los resultados de estas reuniones, y con frecuencia no tienen siquiera un carácter “oficial”. Pero hace unos días ha tenido lugar una reunión de este tipo en la Asilomar Conference Grounds, desarrollada en California (EE.UU). Entre los asistentes a la misma se encontraban personalidades como Eric Horvitz, Raymond Kurzweil, Paul Berg o Tom Mitchell, quienes debatieron sobre el futuro de la robótica. Las conclusiones a la que han llegado son -como mínimo- inquietantes.
Todos hemos visto cómo en los últimos años la robótica ha conseguido logros de todo tipo. Sabemos que agencias como DARPA han desarrollado modelos capaces de cortarte en pedacitos y biodigerirte para obtener energía, o empresas que desarrollan asistentes robóticas capaces de trabajar dentro de un quirófano codo a codo con los cirujanos humanos. La electrónica y la inteligencia artificial han avanzado tanto, y han tenido una difusión tan grande, que incluso un estudiante o aficionado puede, sin gastarse una fortuna, construir un robot más que interesante en su propia casa.
Esta situación hace que los especialistas en robótica, conocedores de los entresijos de las tecnologías implicadas en el desarrollo de sus criaturas, se muestren preocupados por el rumbo que están tomando las cosas. Dejando bien en claro que la robótica es una ciencia capaz de solucionar muchos de los problemas que enfrenta la humanidad (como la limpieza de residuos nucleares o la ejecución de tareas repetitivas y muy precisas) y que los robots pueden ser grandes aliados de los humanos a la hora de (por ejemplo) explorar el Sistema Solar, los científicos creen que el rumbo que están tomando algunos desarrollos debería ser reconsiderado.
Disponemos de cerebros electrónicos que poseen la inteligencia equivalente a una cucaracha. Dicho de esta forma no parece algo muy impresionante, pero si miramos hacia atrás, hace un puñado de años no teníamos nada. Si los desarrollos de este tipo siguen una curva semejante a la Ley de Moore (o incluso una mucho menos pronunciada), puede que en pocas décadas tengamos robots tan inteligentes como nosotros mismos. Una situación como la planteada en “2001: Una odisea espacial”, donde un ordenador loco pone en peligro la vida los tripulantes de una nave espacial operando los sistemas robóticas de abordo ya no es algo tan remoto. “El desarrollo de la inteligencia artificial debería ser controlado de forma activa antes de tener máquinas superinteligentes correteando (y eventualmente disparando) por allí.”, dijo Eric Horvitz, investigador de Microsoft y presidente de la asociación Association for the Advancement of Artificial Intelligence (AAAI).
Otros, como el cofundador de Sun Microsystems, William Joy o el famoso científico – tomador profesional de pastillas– y creador del concepto de “singularidad” Raymond Kurzweil, dicen que estamos asistiendo a las primeras señales de lo que ellos llaman “una explosión de la inteligencia artificial”. Insisten en que cada día se dan pequeños pasos que no llaman demasiado la atención, pero que visto con una perspectiva adecuada, la IA avanza a una velocidad asombrosa. Al hombre le ha tomado millones de años desarrollar su capacidad intelectual, pero a los robots solo le llevará un siglo o dos superarlo. A pesar de lo incipiente de esta tecnología, ya tenemos máquinas capaces de buscar un tomacorriente para alimentarse, de pilotear un avión comercial o de tomar decisiones bursátiles mejor que un humano. Y muchas veces, por no decir casi todas, ponemos en mano de estos cerebros electrónicos el control de “juguetes” tan peligrosos como las armas nucleares. No es bueno ser tan terriblemente pesimista como para creer que terminaremos pisoteados por máquinas asesinas al estilo de Terminator, pero hay muchas otras formas en que la robótica, sin un control adecuado, puede convertirse en un problema para la humanidad.
La perdida de empleos, por ejemplo, es una forma sencilla en que la robótica puede generar malestar (y hasta grandes disturbios) entre los humanos. Las ventajas de los robots industriales frente a un trabajador humano son innegables, y difícilmente nadie quiera desactivarlos y volver a ensuciarse las manos armando automóviles u ordenadores como hace 30 años. Pero el grupo de científicos asegura que debemos buscar la forma de que cada trabajador reemplazado por una de estas máquinas reciba la capacitación necesaria como para poder seguir ganándose el pan de cada día.
Puede que los pronósticos de la AAAI puedan parecer pesimistas. Es fácil pensar que estos científicos se están adelantando demasiado, y que seguramente encontraremos la solución a estos problemas cuando se presenten. Pero la experiencia dice que nunca es bueno subestimar a un problema, y mucho menos cuando quienes alertan sobre los peligros son justamente los especialistas que han desarrollado la tecnología en cuestión. Si queremos no queremos terminar odiando a los robots, deberíamos comenzar ya mismo a planificar su futuro.