La idea de utilizar luz para controlar neuronas ha abierto múltiples rutas de investigación en los últimos años. Este concepto de «optogenética» podría ayudar a los expertos a entender los complejos mecanismos detrás de ciertas enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer. Aunque la optogenética no fue probada en humanos aún, un grupo de investigadores en la Universidad de Stanford han estado trabajando con ratones y alterando sus movimientos utilizando dispositivos basados en la transmisión inalámbrica de energía.
Imaginen un ratón al que se le puede ordenar que camine en círculos. Sin los detalles suficientes cualquiera podría interpretar esto como una especie de control mental, pero si tratamos de ser más precisos, creo que la expresión correcta sería «control neuronal». Para ejercer ese control se necesita una interfaz cerebral, y su recurso principal es la luz. Al usar luz, los científicos pueden activar circuitos neurales específicos y estudiar los efectos tanto en el comportamiento como en la biología general del ratón. Eso nos deja en el territorio de la optogenética, pero hay otros detalles a considerar.
Llevar luz al cerebro no es algo sencillo que digamos, y también está el siempre presente detalle de la energía. Los desarrollos previos requerían baterías externas, sin embargo, en la Universidad de Stanford siguieron otro camino. En esencia, hablamos de transmisión inalámbrica de energía, la cual hemos visto en muchos dispositivos móviles con soporte para cargadores sin contacto. Esta energía en la forma de ondas de radio surge de una cámara de resonancia instalada en la parte inferior de la jaula. La cámara fue diseñada tomando como base los parámetros del cuerpo de un ratón, de modo tal que cada vez que entraba en contacto con la grilla superior, se convertía en una antena.
Con esta técnica, los científicos lograron conservar el movimiento y la interacción social del ratón, sin sacrificar capacidad para emitir órdenes. ¿Cómo hacen eso exactamente? Con la ayuda de un alga verde unicelular (Chlamydomonas reinhardtii) que puede nadar hacia fuentes de luz gracias a una proteína especial. El gen asociado a esa proteína es insertado en el ADN de las neuronas en el cerebro del ratón, habilitando así su «control remoto». Insisto en que aún falta mucho tiempo y trabajo para probar algo así en humanos, pero el potencial es enorme.