Algunos números rápidos nos indican que la producción global de polietileno ronda las 80 millones de toneladas anuales. ¿Dónde termina la mayoría? Adivina. La separación y el reciclaje de plásticos no siempre es posible o económicamente viable, pero existe otra opción, que es la de transformarlos en combustible. Esa es la propuesta de un grupo de científicos chinos, que anticipan una degradación selectiva y eficiente del polietileno en combustibles líquidos y ceras, bajo parámetros dentro de todo razonables.
De vez en cuando aparece algún artículo que declara a los vertederos como «las fuentes de energía del futuro», y si lo pensamos por un momento, no es una locura. Ciertos países (Suecia es el primero que me viene a la mente) han alcanzado niveles tan altos de reciclaje y conversión de «desperdicio-a-energía» que deben importar basura de otros lugares, pero el resto tiene a un verdadero desafío por delante. Uno de los obstáculos que más se mencionan es el de la separación. No toda la basura es igual, y esto se extiende de forma muy especial al plástico, sin embargo, la mayoría cae bajo la sombra del polietileno. Digo «bajo la sombra» porque el polietileno es un término bastante genérico en estos días, gracias a la cantidad de variantes que existen. Ahora, ¿cómo degradamos al polietileno? Después de todo, puede permanecer durante décadas (como mínimo) en un vertedero…
Un grupo de científicos chinos de la Academia China de las Ciencias junto a un químico de la Universidad de California (Irvine), publicaron un amplio estudio sobre una técnica de degradación capaz de convertir al polietileno en combustibles líquidos y ceras, bajo condiciones reproducibles en cualquier planta de procesamiento. Una combinación de alcanos ligeros y dos procesos catalíticos (el primero con un complejo de iridio, y el segundo utilizando renio), introducen al polietileno en un ciclo de 96 horas a un promedio de 175 grados Celsius hasta lograr una degradación completa, y de acuerdo a diferentes ajustes (tiempo de la reacción y temperatura, principalmente), obtener combustibles líquidos al nivel del diesel (gasóleo) o ceras con aplicaciones industriales.
Se trata de un proceso más eficiente si lo comparamos con otros intentos previos, sin embargo, los gráficos que acompañan al estudio indican que se utilizaron muestras en el orden de los miligramos, y en soluciones de este tipo, la escala lo es todo. A eso debemos sumar la intervención del renio y el iridio, dos de los metales más raros, y por extensión más caros del planeta, con demanda constante en docenas de ramas. La química que revela el estudio es excelente, pero seguramente hay espacio para optimizar.