El furor por la serie Chernóbil continúa. Muchas de las personas que la vieron han comenzado a explorar una larga cadena de libros y documentales enfocados en aquel terrible accidente nuclear, cada uno con diferentes niveles de precisión y fantasía. Sin embargo, si lo que buscas es un punto de vista más técnico, con detalles avanzados sobre el diseño del reactor, entonces necesitas dedicar 20 minutos al vídeo publicado por el gran Scott Manley en YouTube.
Uno de los aspectos más duros que nos enseña la serie Chernóbil es el precio de las mentiras, la negligencia, y la falta de responsabilidad a nivel político, pero existe toda una faceta física y técnica que necesitamos analizar y entender más a fondo. El último episodio entrega una buena cantidad de información al respecto, aunque por cuestiones artísticas y de «compresión temporal», algunas piezas quedaron fuera de la pantalla.
Aquí es cuando interviene Scott Manley con su reciente vídeo. ¿Quién es Scott Manley? Probablemente uno de los mejores comunicadores de ciencia y noticias vinculadas al espacio en YouTube. Gracias a él aprendí a jugar al Kerbal Space Program, pero si quieres saber algo sobre una misión, un cohete, o una tecnología específica, debes visitar su canal.
El vídeo de Scott comienza con una descripción esencial sobre el funcionamiento de un reactor. Un átomo de uranio o plutonio se «parte» en átomos más livianos, liberando energía y neutrones (en una palabra, fisión). Algunos de esos neutrones golpean y dividen a otros átomos, iniciando una reacción en cadena. Una de las tareas más críticas de un reactor es regular, moderar y equilibrar la relación entre neutrones y reacciones. Para ello utiliza barras de control que absorben el exceso de neutrones, y un moderador nuclear que reduce su velocidad. Dos de los materiales más adoptados en la moderación son deuterio (agua pesada) y carbono (como grafito).
El reactor de Chernóbil utilizaba el diseño RBMK (Reaktor Bolshoy Moshchnosti Kanalnyy), algo así como «Reactor de Alta Potencia de Tipo Canal», basado en uranio con moderación de grafito. Esta configuración permite (en presente porque hay unidades RBMK en línea) el uso de uranio natural no enriquecido como combustible, lo que se traduce en reactores extremadamente potentes, y a la vez económicos (tanto en su construcción como en el mantenimiento). Los «canales» son, en términos relajados, tuberías que pasan por el núcleo del reactor, transportando agua normal (no pesada). Una serie de bombas eléctricas mueven el agua a través del núcleo. El líquido absorbe calor del reactor, abandona el núcleo, y su vapor es separado para hacer girar a las turbinas.
Así llegamos a las famosas pruebas. Ante una emergencia, el reactor debe apagarse, pero no así el proceso de refrigeración, porque la producción de calor continúa después de interrumpir la reacción. Sin fuentes externas, las bombas de agua dependen de generadores diésel, que necesitan cerca de un minuto para alcanzar el rendimiento adecuado. Durante ese minuto fundamental, las bombas requieren una fuente adicional de energía, y en este caso, es la energía residual de las turbinas que empiezan a detenerse. O al menos, eso indicaba la hipótesis.
El problema era que dicha combinación (la energía restante de las turbinas sosteniendo a las bombas hasta que los generadores se activen) jamás había sido lograda con éxito. Las pruebas en Chernóbil demostrarían el funcionamiento definitiva del sistema de emergencia, y como el reactor iba a ser desactivado por mantenimiento, programaron el procedimiento. Sin embargo, el consumo de energía ese día había sido más alto de lo normal… impidiendo la desactivación del Reactor 4.
Scott continúa por diez minutos más al alcanzar este punto (una pena que no haya traducción al español, aunque su inglés es muy claro), pero creo que ya tienes una base bastante sólida. La acumulación de xenón 135 que roba neutrones, la brusca caída de generación térmica a 30 megavatios, la presión por completar la prueba, el retiro de las barras de control, el inicio de la prueba, el salto del reactor y la aceleración en la reacción, la lentitud de las barras para regresar a su posición, el «vacío» de absorción… boom. La última lectura del sistema de control fue de 33 gigavatios, diez veces más de lo que podía tolerar la estación.