Los investigadores de la Universidad de Aston, en Birmingham (Reino Unido) están desarrollando un nuevo modelo del cerebro humano que, suponen, podría ser útil para comprender mejor algunos aspectos de su funcionamiento. En lugar de utilizar una simulación por ordenador, se han construido un cerebro usando células de un tumor reprogramadas para que dejen de multiplicarse.
Diseminado por todo el mundo, existe un verdadero ejército de científicos que intentan desentrañar los misterios que encierra ese órgano de poco más de un kilogramo de peso y que alberga nuestra personalidad. ¿Qué tiene de particular esa estructura que nos permite “ser” y “sentir”? ¿Hasta que punto le sacamos partido a su potencial? ¿Cómo podemos curarlo de los males (físicos y psíquicos) que lo aquejan? Estas y muchas preguntas más intentan ser respondidas, cada día, por diversos equipos de trabajo. Muchas de las teorías que elaboran estos científicos necesitan ser probadas y, para ello, hacen falta cerebros. No resulta demasiado sencillo usar el de uno mismo o el de un colega, así que habitualmente se recurre al de un cadáver o, a pesar de las organizaciones que defienden sus derechos, los de algún animal que sacrifica su vida por la ciencia.
Sin embargo, existen otros enfoques que pueden utilizarse. Si se necesita un cerebro para experimentar ¿por que no construirlo desde cero? Eso es lo que se han planteado los científicos de la Universidad de Aston, en Birmingham (Reino Unido) y, a partir de las células de un tumor, han desarrollado una serie de cultivos, llamados neurospheres, compuestos por un puñado de células que poseen la mayor parte de las funciones que uno espera encontrar en las neuronas. Según dicen en Aston, estos grupos de células tratadas especialmente para que no se multipliquen descontroladamente como ocurre en un cáncer, pueden procesar la información a un nivel muy básico, de manera similar a lo que ocurre cuando tienen lugar los pensamientos.
El profesor Michael Coleman, quien lidera la investigación, dice: "Buscamos la forma de poder estudiar el cerebro humano en su nivel más básico, usando un sistema celular humano vivo. Las células a estudiar tienen que estar vivas y funcionando para que nos permitan realmente entender cómo funciona el cerebro. A largo plazo esperamos que el procedimiento se pueda utilizar para entender cómo se desarrollan las condiciones necesarias para que aparezcan enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y otras.” No deja de ser irónico que algo tan maligno como un tumor pueda ser útil a la hora de encontrar la manera de evitar un mal como el Alzheimer. Coleman agrega que “en la actualidad, la mayoría de las personas son muy conscientes de que los tratamientos para estas enfermedades no logran detener su progreso, y muy a menudo tienen incómodos efectos secundarios. Esperamos que nuestra técnica logre proporcionar a los científicos una nueva clase de modelo experimental que los ayude a comprender mejor el cerebro”. Todo esto debería servir para acelerar el desarrollo de nuevos medicamentos y tratamientos eficaces para hacer frente a las enfermedades neurodegenerativas.
Parece que no solo las células madre pueden hacer mucho por el futuro de la medicina. Otros enfoques, como el descrito, nos hacen pensar que nos encontramos en la antesala de una verdadera revolución en lo que hace a la comprensión del funcionamiento del cuerpo humano. Estamos en una etapa en la que comenzamos a dejar de ver el cuerpo humano como una “caja negra” y nos adentramos en el funcionamiento más íntimo de la maquinaria celular. Sin dudas, la biotecnología nos deparará grandes sorpresas en el futuro cercano.