Somos Neoteo, nos encanta la ciencia, los robots, la tecnología y la filosofía que hay que hacer después para digerir racionalmente todas las cosas maravillosas con las que nos topamos día a día. Y como nos dedicamos a saber sobre estas cosas, estaba cantado que algún día íbamos a tener que dar la noticia de que nuestros cerebros podrían ser trasplantados a robots que cargarán con ellos para darnos una sobrevida luego de que nuestro cuerpo fallezca. ¿Cómo es esto? A continuación te contamos.
Para quienes no creemos ni en el más allá y ni en la reencarnación, la muerte es el final, la última parada, el fundido a negro, lo definitivo. Pensar en ello puede ser, entre otras variantes, la génesis o golpe de gracia de una angustia existencial o también de una motivación por vivir y aprovechar cada momento que ni siquiera el más optimista de los religiosos puede compartir. Lo que sea que inspire la muerte, reconocerla como definitiva es algo que ha motivado a muchos pensadores y científicos a evitarla o a postergarla lo más posible a través de diferentes métodos, pero los que ha presentado la ciencia ficción son los más originales y potencialmente gustosos de experimentar. Por ejemplo, ¿se acuerdan de Krang, el villano de las Tortugas Ninjas que era básicamente el cerebro de un alien de Dimensión X que se quedó sin cuerpo y a quien Destructor le consiguió un cuerpo de androide desde el cual transportarse? Bueno, justamente de esto estamos hablando aquí.
En el Lincoln Center de New York, una conferencia reunía a científicos de variadas disciplinas en el marco del Global Future 2045, donde se conversan científicamente temas que mezclan realidad con ciencia ficción, pero con la intención de descifrar y predecir el futuro que nos espera. Allí tres científicos debatían sobre un tema en particular, la posibilidad de llevar adelante trasplantes de cerebro y la cosecha de partes humanas del cuerpo para ser integradas a cyborgs. Entre estas “partes humanas” el cerebro era lo más importante, y estos científicos coincidían en que poner al “cerebro en una caja” para su mantenimiento con vida era posible en términos tecnológicos y biológicos, pero que además se buscaría la forma de que esto cerebros estuvieran conscientes de su nuevo “hogar”, que bien podría ser en una cavidad herméticamente cerrada a la altura del estómago de un cyborg o, menos impresionantemente, en su cráneo.
Los responsables de aquella conversación más próxima a fanáticos de la ciencia ficción que ha científicos de remarcada trayectoria en la neurología fueron Theodore Berger, de la Universidad del Sur de California, Mikhail Lebedev de la Universidad de Duke y Alexander Kaplan de la Universidad de Moscú. Los tres coincidían en que el cerebro podría vivir dentro de una estructura cibernética, aunque no discutieron en profundidad qué tipo de vida podría llegar a tener ese cerebro de un humano cuyo cuerpo había dejado de funcionar. Al llegar al súmmum adrenalínico de una conversación como esta, la pregunta por el cómo comenzó a contestarse.
El conjunto de los investigadores coincidió en que los trasplantes de cerebro serán posibles debido a que el cerebro humano es el último órgano que deja de funcionar en cuanto una persona muere. El periodo ventana que separa al cerebro del resto del cuerpo muerto es pequeño, pero sería suficiente como para retirar el cerebro y mantenerlo con vida en un soporte no humano. En otra argumentación indicaron que los células nerviosas envejecen más lento que las de otros órganos, y su el cerebro obtiene el remplazo de la sangre como fuente de energía y oxigenación a través de interfaces computacionales de doble vía, que harían posible también la realimentación de otros órganos prostéticos y cibernéticos. Incluso se habló de unidades de almacenamiento de cerebros con vida sin cuerpo, a la espera de ser trasplantados. Sí, tétrico y emocionante a la vez.
En la reunión también se manifestó que estamos muy lejos de lograr este tipo de procedimientos, pero al contrario de lo que muchos pueden saber, sí se están haciendo avances en esa dirección y con un objetivo aún con mucha neblina tecnológica y ética en el medio, pero existente y muy tenido en cuenta por investigadores de todo tipo. Una muestra de esto son los estudios realizados en la afectación de la memoria de las ratas (además escribimos hace poco sobre un estudio que hablaba del trasplante de cabeza entre ratas), además de los implantes prostéticos de cerebros que también falsean las memorias y estimulan las neuronas dañadas del cerebro en una especie de Inception medicinal. Otros estudios están explorando con EGG los diferentes mecanismos de producción química del hipocampo, así como también se escribe mucho sobre tratamientos que podrían curar el Alzheimer y la demencia. A estos artilugios teóricos y prácticos de la ciencia moderna, se le suma el trabajo de los dos científicos rusos antes mencionados, que están trabajando en un sistema de interfaces plug in para reactivar cerebros mezclándolos con sistemas operativos.
La discusión bioética tiene para nutrirse durante años con este tipo de problemáticas imaginarias, ya que este tipo de vida nos resulta hoy totalmente ajeno y lejano, por lo que no hay posibilidad de empatía tan grande sin antes considerar como una posibilidad tal experiencia de vida. Trasplantar un cerebro humano tal vez se logre dentro de unas cuantas décadas, y tal vez demoremos otras tantas en hacer que ese cerebro sea trasplantado y puesto en funcionamiento en un androide, pero seguramente nos llevará unos cuantos años entender qué y cómo sería ser un cerebro humano consciente viviendo desde y gracias a un robot de soporte. Tenemos tiempo para pensarlo.