Hace unos cuatro mil millones de años, el Sistema Solar interior -Tierra incluida- recibía una intensa lluvia de grandes meteoritos. Recientemente, un grupo de científicos presentó una teoría que explica cómo este fenómeno podría haber proporcionado el agua y dióxido de carbono suficiente para facilitar la aparición de la vida (además de explicar anomalías en el enfriamiento de la Tierra)
En un nuevo estudio, publicado en la Geochimica et Cosmochima Acta, investigadores del Imperial College London explican cómo puede haber influido en el desarrollo de la vida sobre la Tierra el Late Heavy Bombardment (LHB, o intenso bombardeo tardío). Este fenómeno astronómico -que tuvo lugar hace unos 4000 millones de años- duró unos 200 millones de años. Durante este período se precipitaron sobre la Tierra, la Luna, Venus y Mercurio una enorme cantidad de meteoritos. El LHB, conocido también como Cataclismo Lunar o Último Bombardeo Intenso, es el causante de la mayor parte de los cráteres que actualmente podemos ver en la Luna y en Mercurio. LHB también sirve para explicar el lento enfriamiento terrestre y de la edad de los impactos lunares.
El origen de la teoría se encuentra en las misiones Apolo a la Luna. Las muestras de rocas lunares recogidas en esa época fueron datadas con mucha precisión midiendo la concentración de isótopos inestables respecto a la de los productos en los que se desintegran. Teniendo en cuenta la edad de nuestro satélite, llamó la atención que estas rocas “contaran una historia” en la que aparecía una extraordinaria concentración de impactos en un periodo de solo unos 150 o 200 millones de años. A mediados de la década de 1970, varios científicos postularon la hipótesis de un cataclismo lunar, en el que la cantidad de impactos de asteroides sobre nuestro satélite natural fue muchísimo mayor que la habitual. Obviamente, un fenómeno semejante no afectaría solo a la Luna, sino que toda la región interior del Sistema Solar también habría sido machacada de la misma forma.
La composición de las rocas lunares analizadas permitió también identificar el origen de muchos meteoritos caídos sobre la Tierra. Hoy sabemos que el 0,1 por ciento de los meteoritos que impactan sobre nuestro planeta son de origen lunar. Al estimar la edad de estos meteoritos se determinó que casi todos ellos procedían del mismo período en que la Luna fue azotada por el intenso bombardeo tardío. Los investigadores sugieren que estos meteoritos podrían haber transportado elementos indispensables para la vida a nuestro planeta, sobre todo grandes cantidades de agua -que habría hecho nuestra atmósfera más húmeda- y gases de efecto invernadero (como el dióxido de carbono). Estos elementos pueden haber alterado la mecánica planetaria lo suficiente como para que la energía de la luz solar atrapada en la atmósfera calentase la Tierra lo suficiente como para mantener líquidos los océanos. Esto ha sido corroborado mediante el análisis de los restos -minerales y orgánicos- de quince fragmentos de meteoritos antiguos recogidos en diferentes lugares del mundo.
Los científicos sometieron las 15 muestras a una corriente eléctrica, capaz de calentarlas rápidamente. Los fragmentos de roca extraterrestre aumentaron su temperatura a razón de 20.000 grados por segundo, una aumento similar al que sufrieron al ingresar a nuestra atmósfera a altas velocidades. Luego midieron los gases liberados y encontraron que, en promedio, los meteoritos liberaron hasta un 12 por ciento de su masa como vapor de agua y hasta el 6 por ciento como dióxido de carbono. La cantidad de meteoritos caída durante el LHB fue tan grande, que los investigadores calculan el aporte de materiales que recibió la Tierra en unos 10 millones de toneladas de dióxido de carbono y 10 millones de toneladas de vapor de agua cada año.
Esto sugiere que LHB proporcionó el suficiente dióxido de carbono y vapor de agua para que nuestra atmósfera fuese más caliente y húmeda, favoreciendo la formación de compuestos precursores de la vida. Mark Sephton, profesor del Departamento de Ingeniería y Ciencias de la Tierra en el Imperial College London, considera que este estudio proporciona pistas importantes sobre el pasado de la Tierra. “Durante mucho tiempo, los científicos hemos tratado de entender por qué la Tierra es mucho más rica en agua que los otros planetas de nuestro sistema solar”, dice. “El LHB puede proporcionar una pista. Puede haber sido un momento crucial en la historia temprana de la Tierra, proporcionando la cantidad necesaria de gases y otros ingredientes indispensables para el origen de la vida en nuestro planeta".
Este descubrimiento se suma al exhaustivo y cuidadoso análisis efectuado al meteorito caído en el lago Tagish (Canadá) en el año 2000, en el que los especialistas encontraron trazas de una molécula llamada ácido fórmico, que es primordial para la vida. Según parece, este compuesto se habría formado en el espacio con anterioridad al nacimiento del sistema solar. Si ambos trabajos son correctos, le debemos -literalmente- nuestra vida a los meteoritos.