Con sus 800 milímetros, Dora fue el cañón de artillería más grande jamás construido por el hombre. Tuvo una vida operativa de solo 13 días, período en el que efectuó únicamente 300 disparos. Necesitaba de 25 vagones de tren y 2000 hombres de apoyo para ser trasladado, y se demoraban más de seis semanas en colocarlo en posición para que comenzase a disparar. Fue construido en Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, y utilizado contra la ciudad de Sebastopol, en la península de Crimea. Por su tamaño, costo y complejidad, resulta indudable que un arma así no volverá a ser vista nunca más.
La Segunda Guerra Mundial estimuló el desarrollo de la industria bélica como nunca antes en la historia de la humanidad. Si bien la durante la Guerra Fría y años posteriores se han puesto a punto armas nucleares capaces de acojonar de miedo a cualquiera, lo cierto es que las armas “tradicionales” -cañones y tanques sobre todo- alcanzaron su mayor desarrollo en esos años. Un ejemplo de esto es el cañón alemán Dora, un monstruo capaz de disparar proyectiles convencionales de 80 centímetros de diámetro y más de 4800 kilogramos de peso. Dora fue, sin lugar a dudas, el cañón más grande jamás construido por la humanidad.
Las cifras referentes a este cañón son impresionantes. Solamente podía ser trasladado sobre vías de ferrocarril, y hacían falta 25 vagones súper reforzados para trasportar a la bestia y sus municiones. Un grupo de 2000 soldados servían de “apoyo”, y eran los encargados de montarlo, apuntarlo y operarlo una vez que llegaba a destino. Una vez instalado, una dotación de alrededor de 500 hombres se encargaba exclusivamente del complicado proceso de mantenimiento y manejo de la munición. Incluso usando este montón de gente, hacían falta entre tres y seis semanas para poner a punto el cañón. Se empleaban dos grúas puente de 10 toneladas diseñadas especialmente para esta tarea. Sólo situar correctamente el material necesario para el ensamblaje era una tarea maestra de planificación ferroviaria, y a menudo -como veremos luego- había que construir centenares de metros de vías férreas. Cuando Dora comenzaba a vomitar balas, estos 500 hombres permanecerían -literalmente- al pie del cañón, pero parte del resto del personal se dedicaba a hacer tareas de inteligencia para determinar qué objetivos debían bombardearse. Otro importante número de tropas se encargaba de operar la artillería antiaérea ligera, que siempre acompañaban al cañón cuando viajaba para protegerlo de algún eventual ataque aéreo enemigo.
El fabricante de Dora, al igual que de una gran parte del armamento alemán, fue el grupo de empresas Krupp. En todo momento había un pequeño grupo de ingenieros civiles de Krupp que se encargaban de pulir y solucionar cualquier problema técnico inherente al funcionamiento del artefacto. A pesar del costo y trabajo que dio construirlo, Dora solo se usó una vez. Tuvo una corta vida operativa de 13 días, durante los cuales disparó un total de 48 proyectiles. El motivo de tan escaso uso es que, simplemente, no existían demasiados blancos adecuados para este cañón.
Hitler y sus estrategas pensaban utilizar a Dora para atacar la línea de fortificación Maginot, pero cuando comenzó la campaña oeste en 1940, el cañón aún no había salido de los talleres de Krupp en Essen. El ejército alemán tuvo que enfrentar las fortificaciones sin su arma de asedio más importante. Cuando los trabajadores de Krupp terminaron de probar y ensamblar las piezas del cañón, ya no había nada en que utilizarlo. A principios de 1941 se pensó que Gibraltar podía ser un objetivo digno de Dora. España era neutral y se necesitaba obtener permiso del General Franco para que las tropas alemanas atravesasen el país. Pero Franco no estaba dispuesto a que España se mezclara en conflicto, por lo que Dora volvió a quedarse sin dianas para disparar.
Finalmente, la invasión de la Unión Soviética (Operación “Barbarroja”), que comenzó durante la segunda mitad de 1941, proporcionó la oportunidad que Dora estaba buscando. A principios de 1942 las tropas del ejército alemán se encontraban cerca de la península de Crimea. Frente a ellas se encontraba la -aparentemente- inexpugnable base naval de Sebastopol. El alto mando alemán pensaba usar esta base como un puerto de abastecimiento, pero sus fortificadas defensas la convertían en un hueso duro de roer. Alrededor del perímetro de la ciudad había una larga cadena de fuertes, algunos de ellos construidos en la época de la Guerra de Crimea, en 1854. Pero la mayoría eran más modernos, y estaban equipados con baterías costeras de gran calibre. El lugar parecía ideal para ser bombardeado por Dora, y su destrucción mostraría al mundo el poder del ejército alemán. Pronto, los estrategas comenzaron a recorrer Europa buscando cañones pesados para preparar un asedio a la antigua usanza.
Dora fue transportado hasta Crimea sobre una vía ferroviaria reconstruida especialmente para este propósito. Por delante del cañón, un numeroso grupo de operarios preparaba la posición de tiro elegida en Bakhchisaray, un pequeño pueblo a 25 kilómetros de Sebastopol. Durante semanas, más de 1.500 hombres bajo las órdenes de un ingeniero del ejército alemán excavaron a través de una pequeña planicie para construir una doble vía férrea con forma de arco. A los lados de esta se elevó el terreno, para proporcionar cobertura y protección al cañón. Solo en ese lugar se construyeron 1200 metros de vías reforzadas. Finalmente, el 5 de junio de 1942 el cañón Dora se sumó a las piezas de artillería que disparaban hacia Sebastopol. Para tener una idea de la magnitud de este asedio, sirva el dato de que para cuando Sebastopol se rindió, a principios de julio de 1942, habían caído en el puerto no menos de 562.944 proyectiles de artillería. Entre ellos se encontraban los 48 proyectiles, de casi 5 toneladas cada uno, disparados por Dora.
Los disparos eran confirmados por un Fieseler Fi 256 Storch de la Luftwaffe asignado especialmente al cañón. Durante el primer día, Dora efectuó 14 disparos. Podría pensarse que 14 disparos era un ritmo más bien lento, pero es un número más que bueno para un cañón de semejante tamaño. Teóricamente, podía efectuarse un disparo cada 15 minutos, pero lo cierto es que la preparación de cada proyectil y la carga era una tarea considerable y debía ser llevada a cabo en varias etapas, incluyendo la toma de temperatura del ánima, el cálculo preciso de la temperatura del aire, velocidad del viento a diferentes alturas y -por supuesto- la colocación de la carga en la recámara. Todo esto llevaba su tiempo. El 17 de junio se lanzaron lo últimos 5 proyectiles contra el Fuerte Máximo Gorki, y terminó el trabajo para el cañón Dora.
Luego de tomado Sebastopol, el cañón fue llevado a Leningrado, donde realizó unos cuantos disparos más, tras lo cual se lo llevó a Alemania para efectuarle una revisión completa y un cambio del cañón. Incluyendo los 48 disparados en Crimea, “Dora” había lanzado alrededor de 300 proyectiles en total, incluyendo pruebas, entrenamiento y demostraciones. El antiguo tubo fue llevado de nuevo a Essen para su rectificación, pero el cañón nunca más efectuó un disparo. En algún momento se pensó en cambiar su cañón por uno de 520 mm, para aumentar su alcance, pero tal modificación nunca se llevó a cabo. En 1945 las piezas de Dora se encontraban distribuidas por toda Europa. Los transportes ferroviarios encargados de mover las piezas habían sido atacados constantemente por aviones aliados, y las partes habían sido abandonadas sin más. Hoy, todo lo que queda del “Dora” son algunos proyectiles en los museos.