Existen docenas de escenarios que nos pueden llevar sin escalas al fin del mundo. Algunos son más rápidos que otros, pero después están aquellos que pasan prácticamente desapercibidos. El ejemplo más contundente es el de los insectos. Un reciente estudio con 27 años de datos acumulados indica que la biomasa de insectos voladores se ha reducido en un 76 por ciento a través de 63 reservas naturales en Alemania. Si esto se extiende al resto del planeta, los científicos advierten que el «Armagedón ecológico» estará garantizado, y que todo lo demás desaparecerá junto con los insectos, incluido el ser humano.
Mucha gente odia a las arañas. Tampoco hay demasiado aprecio por las cucarachas, aún puedo escuchar los gritos de mi vecina contra las hormigas, y en lo personal mantengo una guerra abierta con los mosquitos. Las molestias constantes, la transmisión de enfermedades y su rol como indicadores de otros problemas (putrefacción y suciedad son buenas referencias) transforman a la mayoría de los insectos en las criaturas más odiadas del mundo. En las últimas décadas se han desarrollado múltiples recursos para mantener a raya la población de insectos, sin embargo… los necesitamos mucho más de lo que imaginamos.
Un estudio publicado a mediados de octubre por investigadores de la Universidad Radboud, la Sociedad de Entomología de Krefeld y la Universidad de Sussex indica que la biomasa de insectos voladores ha disminuído de manera alarmante en los últimos 27 años. Gracias al trabajo de docenas de entomólogos aficionados que utilizaron métodos estandarizados para recolectar información, se obtuvieron más de 1.500 muestras de insectos voladores a través de 63 reservas naturales en Alemania. El promedio de pérdida anual de biomasa en esos 27 años asciende al 76 por ciento, mientras que su pico máximo del 82 por ciento se dio durante el verano, cuando se supone que el número de insectos alcanza su nivel más alto.
Los reportes previos sobre desapariciones suelen estar enfocados en un tipo específico de insecto, pero el nuevo estudio alcanza a todos los tipos de insectos voladores, incluyendo moscas y avispas. Y lo peor es que no sabemos por qué. El tipo de hábitat, sus características básicas, el uso de la tierra y los cambios en el clima no explican una pérdida tan masiva de biomasa. Las primeras sospechas entre los expertos apuntan al uso de pesticidas en la agricultura, pero también consideran a la falta de alimento, o una combinación entre ambas. Una cosa es segura: Las funciones ecológicas de los insectos son críticas. Sin ellos de nuestro lado, los cambios negativos en el mundo probablemente sean irreversibles.