En 2009 se desató un escándalo que involucraba a varios investigadores importantes relacionados con el cambio climático. Concretamente, se hicieron públicos correos electrónicos en los que se evidenciaba como algunos científicos no se habían ajustado a los protocolos establecidos o que -directamente- habían alterado datos para que coincidieran con sus teorías. Pero una investigación del Departamento de Comercio ha determinado que no existe evidencia de mala conducta por parte de implicados.
La noticia había caído como un balde de agua helada. En Diciembre de 2009 un hacker reveló documentos y correos electrónicos pertenecientes a algunos de los científicos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, cuyo contenido sugería que la una verdadera conspiración de la elite científica del planeta: algunos especialistas no habían dudado a la hora de manipular datos o destruir pruebas para evitar que los escépticos dudasen del calentamiento global. La prestigiosa Unidad de Investigación del Clima (CRU, por sus siglas en inglés) perteneciente a la Universidad de East Anglia, uno de los centros de investigación más activos sobre el calentamiento global de origen antropogénico se convirtió en algo así como “el eje del mal”. Los textos revelados -mayoritariamente correos electrónicos- eran verdaderamente explosivos, y demostraban como sus miembros -reputados científicos- supuestamente conspiraban manipulando datos y destruyendo pruebas importantes para evitar que sus pares que sostenían que el cambio climático es de origen natural publicasen sus teorías en revistas científicas.
Algunos correos eran muy reveladores. Uno de ellos, del 28 de septiembre de 2009 mostraba que uno de los científicos tenía la intención de bajar 0,15 grados la temperatura registrada en una zona del océano “para que se ajuste a sus modelos climáticos.” En otro se analizaba la posibilidad de “cambiar el período de referencia para elaborar el índice de temperatura global”, ya que de no hacerlo, se “reflejaría que el actual período es menos cálido de lo que pretendemos hacer creer.” Todos los documentos incluían el nombre y apellido del remitente, lo que proporcionó a varios científicos una indeseada fama instantánea. Uno de ellos fue Tom Wigley, que envió un correo a un colega explicando que “el calentamiento en la superficie terrestre desde 1980 fue de casi el doble que en los océanos, un dato que no debe salir a la luz, ya que podría ser utilizado por los científicos escépticos como prueba de que los centros urbanos constituyen auténticas islas de calor, sin que esto nada tenga que ver con el calentamiento global.” Todo esto tuvo consecuencias inmediatas: el director del CRU, Phil Jones, fue sido obligado a dimitir, y la prensa mundial se dio un festín a costa de los implicados. Pero la historia no terminó ahí.
Ha transcurrido poco más de un año desde que este escándalo de hizo público, y el Departamento de Comercio acaba de presentar un nuevo informe que exonera a los investigadores implicados de las graves acusaciones de las que fueran objeto, aclarando que “no se ha encontrado evidencia de mala conducta por parte de científicos investigadores del clima cuyas direcciones de correo electrónico se filtraron en el debate sobre el cambio climático global.” El Departamento revisó a fondo los 1.073 correos que fueron hackeados, aunque se concentró especialmente en 289 de ellos, pertenecientes a científicos de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA). La subsecretaria adjunta de la NOAA, María Glackin, expresó su satisfacción por los resultados del informe, y comento que “ninguna de las investigaciones realizadas pudo encontrar evidencia alguna que sirviese para cuestionar la ética de nuestros científicos, o siquiera suscitar dudas sobre el trabajo de la NOAA sobre el cambio climático.” Investigaciones paralelas realizadas en Inglaterra por el National Research Council y en EE.UU por la Pennsylvania State University también llegaron a la misma conclusión: no existen indicios de irregularidades científicas.
¿Que es lo que ha pasado? No está demasiado claro aún. Puede resultar extraño que lo que parecían pruebas concluyentes de la manipulación indebida de datos para encajasen en los modelos y las teorías elaborados durante los últimos años de hayan convertido de pronto en “no existe ninguna evidencia”. Al fin y al cabo, la filtración en 2009 se consideró lo suficientemente importante como para que la Unidad de Investigación del Clima pusiese de patitas en la calle a Phil Jones (que debe estar maldiciendo en arameo antiguo en estos momentos) y -hasta donde somos capaces de recordar- ninguno de los implicados denunció que los correos filtrados fuesen apócrifos. Seguramente la comisión investigadora posee información que aún no se ha hecho pública y que ha servido para que arribe a esta conclusión. Esperemos, por el bien de la credibilidad de los científicos en general, que en los próximos días el asunto quede definitivamente aclarado.