Lisandro Pardo
Asientos incómodos, peleas a la hora de reclinar el respaldo, niños saltando y gritando, comida horrible, el WiFi que no funciona… para muchos, volar se ha convertido en una tortura, pero no siempre fue así. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, buena parte de la industria de la aviación regresó al ámbito comercial, lanzando nuevos vehículos que buscaban priorizar el confort de los pasajeros. Uno de ellos fue el Boeing 377 Stratocruiser, que tuvo su primer vuelo en 1947. Con espacio suficiente para 114 personas (máximo), el Stratocruiser era una especie de hotel en el aire, pero tuvo una vida relativamente corta…
Baños y vestidores separados para hombres y mujeres. Un salón en la parte inferior que permite relajarse y tomar una copa. Camas que garantizan la privacidad de los pasajeros. Vajilla fina y alimentos frescos. Si lo comparamos con la oferta actual de los aviones comerciales, todo lo que acabo de decir suena como ciencia ficción, pero hubo una época en la que volar no era una pesadilla, sino todo lo contrario. El Boeing 377 Stratocruiser fue uno de los tantos aviones que simbolizó aquella etapa de lujo y espacio en el aire.
Uno de los más avanzados al momento de su debut, el Boeing 377 Stratocruiser estuvo entre los primeros en introducir el concepto de cabina presurizada para vuelos comerciales (el primero fue su hermano menor, el 307 Stratoliner), y su configuración máxima permitía el transporte de 114 pasajeros, 100 en la cubierta superior y otros 14 en el salón.
Sin embargo, el registro operativo del Stratocruiser fue relativamente pobre. Era muy caro para las aerolíneas, y las fallas mecánicas catastróficas en motores y hélices se volvieron recurrentes. Las pérdidas ascendieron a once fuselajes entre 1947 (año en el que voló su prototipo) y su retiro definitivo en 1963. La combinación de costo, problemas técnicos, y el impresionante avance de los jets, terminaron con la carrera del Stratocruiser.
