Cuando la política se mete en el mundo de la tecnología, son muy pocas las cosas buenas que surgen de su intervención. En esta oportunidad, quien se quedó con los pies mojados es Intel, debido a que el gobierno estadounidense le negó una licencia de exportación para vender miles de procesadores Xeon a China, necesarios en la actualización del superordenador Tianhe-2. ¿La excusa? El Gigante Rojo de Oriente estaría usando ese sistema para el desarrollo de armas nucleares.
Más allá de su escalofriante poder de procesamiento, un superordenador por sí solo no puede hacer nada. Cada sistema es ensamblado de acuerdo a las necesidades de su desarrollador, que pueden ir desde la predicción del clima hasta la exploración de gas y petróleo. Por más que no nos guste la idea, la evaluación de tecnología nuclear a través de simulaciones es una tarea frecuente para esta clase de ordenadores, y en lo personal, prefiero que sean simulaciones a pruebas «en vivo». Las últimas novedades sobre superordenadores nos llevan al Tianhe-2, el más rápido del mundo de acuerdo a las últimas cuatro ediciones de la lista TOP500. Son 33.86 PetaFLOPS que hasta aquí no tienen rival, pero la próxima barrera a superar por el Tianhe-2 no es técnica, sino política.
De acuerdo a la información que circuló durante el fin de semana, el Departamento de Comercio estadounidense le negó a Intel una licencia de exportación que le permitiría vender decenas de miles de chips Xeon al gobierno chino para la actualización del Tianhe-2. Como ya sabemos bien, el superordenador está compuesto por 32.000 unidades Xeon E5-2692, y 48.000 Xeon Phi. Con el nuevo hardware lograría alcanzar la marca de 110 PetaFLOPS, pero en este caso, el gigante de Santa Clara se encuentra atado de manos y pies. Es una compañía estadounidense, y como tal debe obedecer a las leyes de exportación vigentes. La razón que dio el Departamento de Comercio para negar la licencia es que Tianhe-2 está siendo utilizado en «actividades relacionadas con detonaciones nucleares», y las regulaciones bloquean cualquier operación comercial que asista en el «diseño, desarrollo y/o fabricación» de armas nucleares. En resumen: La seguridad nacional golpeó las puertas de Intel, y tuvo que dejarla entrar.
Desde un punto de vista económico, Intel pierde menos de lo que aparenta, ya que recibió un contrato para proveer con sus chips al proyecto Aurora, superordenador que estará estacionado en el Laboratorio Nacional Argonne, y que debería alcanzar unos impresionantes 180 PetaFLOPS cuando esté en línea. El problema es el mismo de siempre: Escuchar hablar a los Estados Unidos de restricciones nucleares cuando sus fuerzas armadas están sentadas sobre 1.900 ojivas que pueden golpear a cualquier región del globo en cuestión de horas es contradictorio como mínimo, y el otro punto es que China ya posee un arsenal nuclear, por lo tanto, es poco probable que 80 mil chips Intel puedan alterar el status quo.
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