Para bien o para mal, la automatización avanza. Por un lado están quienes creen que debemos dejar libre su crecimiento, y por el otro encontramos a aquellos que proponen cierta moderación. En esa segunda mitad aparece nada menos que Bill Gates. El magnate sugirió que los robots deberían pagar impuestos de igual manera que los humanos, para que en esencia financien nuevas carreras, y nuevos puestos de trabajo.
El mundo entero se debe a sí mismo un debate muy grande en relación a la automatización, y el ingreso masivo de los robots al mercado laboral. Desde líneas de producción básicas hasta coches autónomos, ya es posible sentir los primeros efectos de estos empleados artificiales. Y las autoridades deberán reaccionar de un modo u otro. El jueves pasado, un grupo de legisladores europeos propuso un nuevo mecanismo de regulación para los robots, el cual incluye un «marco de ética» destinado a evaluar aspectos como desarrollo, despliegue, y responsabilidad legal (algo crítico si los coches autónomos van a circular por las calles). Sin embargo, se rechazó por completo la posibilidad de un impuesto adicional sobre los robots con el objetivo de financiar el entrenamiento de empleados desplazados. Se trata de un detalle muy interesante, porque el impuesto robótico es exactamente lo que sugirió Bill Gates.
En una reciente entrevista para el portal Quartz, el ex número uno de Microsoft dijo que un nuevo tributo podría financiar trabajos que requieran «empatía» y no sean compatibles con la automatización, como por ejemplo la educación, y el cuidado de personas mayores. También sostuvo que los gobiernos deben supervisar a estos programas en vez de las empresas, para priorizar a aquellas personas en condiciones más humildes. Aún así, reconoce (en parte) que sería complicada su introducción, pero apuntó a una especie de cálculo basado en las ganancias asociadas a nueva la eficiencia laboral de los robots, o a lo que podría ser interpretado como una tasa fija.
Lógicamente, la idea de un tributo robótico tiene varios puntos de resistencia. En primer lugar se la ve como un ataque a la innovación, que sólo provocará un mayor éxodo de compañías, dispuestas a trasladar toda su producción a países que posean un impuesto más favorable. Y después encontramos el clásico rechazo a la combinación entre una suba de impuestos y cualquier intervención gubernamental. Para Bill Gates, el impuesto sería una mejor manera de administrar el avance de la automatización en vez de llegar a prohibir o imponer un límite duro a algunos de sus recursos principales. En lo personal, creo que los gobiernos de turno no tendrán mayores dificultades al crear un nuevo tributo (al final del día, pagamos un cargo extra por casi todo). Son las consecuencias, y la posibilidad de que nunca se llegue a un acuerdo lo que nos preocupa.