Viajemos 70 millones de años al pasado. Los dinosaurios aún gobernaban el mundo, pero no eran las únicas criaturas recorriendo su superficie. En el noroeste de la isla de Madagascar, con clima subtropical alternando intensas lluvias y largas sequías, había un sapo cuyo tamaño era superior al de los sapos más grandes que podemos encontrar hoy. Denominado «Beelzebufo ampinga» por los expertos, su cabeza y su mandíbula tenían tanta fuerza, que incluso podía devorar a dinosaurios pequeños.
Cada vez que pensamos en la «época de los dinosaurios» automáticamente vienen a nuestra mente imágenes de un T-Rex o lo que llamamos «brontosaurio» (por obvias cuestiones de popularidad), pero había otras criaturas impresionantes en aquel entonces, sobreviviendo y adaptándose a una Tierra implacable. 70 millones de años atrás, en la isla de Madagascar, existió un sapo. Un sapo que probablemente sea el más grande que haya vivido en este planeta. Eso no es poca cosa, considerando que hoy existen ejemplares enormes como el escuerzo argentino (Ceratophrys ornata) que alcanza los 17 centímetros.
«La Rana del Infierno» y «El Sapo Diabólico» son apenas dos nombres muy coloridos usados por la prensa para describir a Beelzebufo ampinga, descubierto en el año 1993 por el paleontólogo David W. Krause, pero los expertos necesitaron 14 años para reunir muestras adicionales, compilar los datos y realizar la presentación. En total se han encontrado unos 75 fragmentos fosilizados, permitiendo a los investigadores reconstruir buena parte del esqueleto, y casi todo su cráneo.
Entonces… ¿qué tan grande era Beelzebufo? Los cálculos más recientes revelan que podía superar los 40 centímetros. El único sapo moderno que se le acerca es Goliath (Conraua goliath), actualmente en riesgo, con un máximo de 32 centímetros. Beelzebufo también era muy pesado, con 4.5 kilogramos en promedio. Los datos sugieren que Beelzebufo se desplazaba caminando en vez de saltando, y que la forma de su cuerpo lo hacía más resistente a las temporadas secas. Otra posibilidad apunta a que Beelzebufo construía madrigueras para protegerse del calor durante las temporadas más calientes y secas del año.
Sin embargo, lo más impresionante era su cabeza. El cráneo de Beelzebufo era hiperosificado, «blindado» con tejido óseo adicional. Su boca era muy ancha, y hasta aquí, todo parece indicar que su mordida era muy poderosa. Un estudio del año 2017 publicó datos sobre la mordida de Ceratophrys cranwelli (Escuerzo de Cranwell), y corrigió la escala para estimar los valores de Beelzebufo, arrojando valores entre 500 y 2.200 Newtons, comparable con la fuerza de varios mamíferos carnívoros actuales.
A pesar de todo este trabajo, la duda más grande que tienen los expertos con Beelzebufo es su origen. El sapo fue encontrado en Madagascar, pero comparte múltiples características con sapos sudamericanos. El problema no es sólo geográfico, sino también temporal: La conexión entre Sudamérica y Madagascar vía Antártida se rompió 115 millones de años atrás, y los ancestros de estos sapos surgieron hace 88 millones de años, mucho después de la separación. ¿La mejor hipótesis? Evolución convergente, dos especies diferentes con estilos de vida similares, que desarrollan adaptaciones similares. En otras palabras, no sabemos de dónde viene ni cómo se fue, pero sabemos que existió… y que era grande.