A medida que -tecnológicamente hablando- nos acercamos al momento de enviar una misión tripulada a Marte, descubrimos que quizás el desafío más grande no sea construir el vehículo que nos lleve hasta allí. Hay otros aspectos involucrados en un viaje de esas características que pueden suponer grandes dificultades para los astronautas del futuro. Uno de esos factores son las infecciones provocadas por las humildes bacterias, que podrían incluso diezmar a la tripulación. ¿Pueden estos pequeños seres hacer fracasar un viaje a Marte?
Cuando Colon partió –quizás sin saberlo– hacia América, nadie dudaba que sus barcos fuesen capaces de recorrer miles de kilómetros en el mar hasta que diese la vuelta al mundo o encontrase un nuevo continente en el camino. La tecnología de la época permitía construir naves lo suficientemente robustas y seguras como para lograr esa hazaña. Sin embargo, la carencia de vitamina C hizo que una buena parte de la tripulación sufriese de escorbuto, una bonita enfermedad que, entre otras cosas, te deja sin pelos, sin dientes y eventualmente sin vida. Cuando pensamos en viajar a Marte, nuestra mente se esfuerza por encontrar la forma de construir una nave lo suficientemente veloz, fuerte y segura como para poder llevarnos (y traernos) sanos y salvos hasta el planeta rojo. Pero quizás ese no sea el mayor desafío que debamos enfrentar.
Desde hace tiempo, los científicos saben que cuando algunas bacterias se someten a ambientes de microgravedad, se vuelven mucho más virulentas. El hombre, aunque se encuentre en perfecto estado de salud, transporta consigo una buena cantidad (y variedad) de microorganismos con él. Aunque el sistema inmune es capaz de mantenerlos a raya, estos “huéspedes indeseables” nos acompañan a todas partes. Este hecho no solo es inevitable, sino que en muchos casos hasta nos resultan indispensables. Sin embargo, cuando uno pasa varios meses en el espacio, sin gravedad y sometido a altos niveles de radiación, la situación puede volverse bastante complicada. Estos compañeros que viven en nuestro interior pueden volverse bastante peligrosos.
La tripulación que viaje a Marte deberá partir con el estado físico de un atleta olímpico. Pero además de los problemas de descalcificación ósea, daño cardíaco o los efectos de la radiación cósmica asociados a las largas permanencias en el espacio, tendrán que ser capaces de mantener a raya las infecciones. Dejando de lado por un momento el peligro que supone “implantar” en Marte organismos terrestres por error -basta con olvidar esterilizar correctamente cualquier instrumento para que algún bicho terrestres se “instale” en Marte- las infecciones que los astronautas contraigan a bordo de la nave debilitarían considerablemente sus sistemas inmunitarios. Debemos asegurarnos que ninguna colonia de bacterias se nos “cuele” en la nave. En el espacio, la virulencia y la tasa de crecimiento de los microbios suele resultar significativamente potenciadas, o al menos eso es lo que explican los expertos. Cualquier tipo de infección, incluso las más triviales, debe ser tomada muy en serio en el espacio, entre otras cosas porque no hay forma de ir a un hospital en busca de un tratamiento adecuado.
“Cuando pensamos en un largo viaje espacial, nos concentramos en resolver el problema de cómo atravesar las grandes distancias implicadas en un tiempo razonable, pero en realidad tendríamos que averiguar cómo los astronautas van a superar las enfermedades”, explica el investigador francés Jean-Pol Frippiat, de la Universidad de Nancy (Francia). Frippiat conoce muy bien el tema, y es uno de los coautores de un artículo publicado en el último número de la revista Leukocyte Biology. En este, el francés explica cómo la microgravedad tiene un efecto no deseado sobre patógenos como la Salmonella, la Escherichia coli y los Staphylococcus. La exposición a este ambiente “potencia considerablemente su virulencia”. Jean-Pol Frippiat ha basado buena parte de su trabajo en la experiencia obtenida por la NASA a lo largo de los últimos cuarenta años, desde las misiones Apolo hasta las largas estadías a bordo de la Estación Espacial Internacional.
El editor en jefe de la revista Leukocyte Biology, Luis Montaner, explica que “tal como queda demostrado por los investigadores, es improbable que permanezcamos con un buen estado de salud cuando abandonemos la Tierra por períodos prolongados. Desgraciadamente, la tecnología espacial está bastante por delante de nuestro conocimiento sobre cómo mantener la buena salud en el espacio, por lo que la supervivencia libre de enfermedades al viajar a Marte o al establecer una colonia en la Luna puede ser problemática”. Y no es el único que se preocupa por este tema. Los expertos Nathan Gueguinou, Cecile Huin-Schohn, Matthieu Bascove, Jean-Luc Bueb, Eric Tschirhart, y Christine Legrand-Frossi, que también han participado del informe publicado por Frippiat, coinciden en resaltar el problema que representan las bacterias en el espacio.
Parece que, al igual que hace 500 años, deberemos poner mucha atención en los aspectos que a primera vista parecen menos preocupantes. Ya no se trata solo de construir una gran nave, llenar los depósitos de combustible y partir hacia Marte. Antes de presionar el botón rojo de ignición, deberemos asegurarnos de comprender cabalmente qué es lo que pueden hacer con nuestros cuerpecitos estos pequeños seres. Recién cuando lo sepamos podemos ponernos los trajes de astronauta y emprender el viaje.