Cualquiera que haya utilizado ordenadores a mediados de los ’90 recuerda bien que la situación del almacenamiento podía ser desesperante. Los usuarios necesitaban una solución superadora para los clásicos diskettes, y el mercado respondió con diferentes formatos provenientes de nombres como Iomega y SyQuest. Sin embargo, una pequeña compañía llamada Avatar prometió algo muy cercano a la perfección: Alta capacidad, bajo costo, y portabilidad. Esa promesa se convirtió en el Avatar Shark 250… y muy pocos tienen memoria de ese producto.
Como usuario de los discos Zip de Iomega puedo decir que viví lo mejor y lo peor de ese formato. Lo mejor porque guardar 100 megabytes en algo no mucho más grande que un diskette era un grito de libertad… y lo peor porque cuando una unidad decidía destruir discos, no había vuelta atrás.
Pero Iomega no estaba solo en ese baile. Su competidor más duro era SyQuest, con sus EZDrive, EZFlyer y SyJet enfrentando a los Zip y Jaz. Ambas compañías lograron alcanzar una buena posición, sin embargo, Colin de «This Does Not Compute» nos cuenta en su último vídeo la breve historia de un tercer jugador: Avatar Shark 250.
Avatar Shark: Discos de 250 megabytes, y más pequeños que un diskette
El Avatar Shark debutó a principios de 1997 como una unidad externa portátil que podía ser conectada a través del puerto paralelo (conservando el soporte passthrough), y meses más tarde, con una interfaz PC Card para sistemas portátiles. Su precio era relativamente competitivo a 300 dólares por su unidad, y 40 dólares por cada disco. Los benchmarks de la época ubicaron al Avatar Shark por debajo del Jaz SCSI, pero derrotando a todos los productos Iomega con conexión paralela.
Y aún así, nadie lo compró. ¿Qué fue lo que sucedió? En primer orden, Avatar era un nombre nuevo y relativamente desconocido en el mercado, cuando Iomega y SyQuest ya llevaban más de una década ofreciendo soluciones de almacenamiento. Luego, su tecnología no era del todo estable. Avatar utilizaba el concepto de «hard diskette», o sea que el plato estaba en los discos, y tanto el motor como los cabezales permanecían en la unidad. Si alguien cometía el error de dejar un disco dentro del Avatar Shark durante su transporte, corría el riesgo de arruinar todo el mecanismo, y perder información.
Los acuerdos comerciales de Avatar tampoco fueron buenos, ya que su tecnología sólo encontró un espacio en los portátiles Dauphin que tampoco ganaron tracción. Una campaña agresiva de publicidad dio lugar a descuentos importantes (el Shark llegó a valer 199 dólares con un «rebate»), pero a mediados de 1998, quienes participaron de esa oferta ni siquiera recibieron los cheques, porque Avatar se había declarado en bancarrota. Al final de la línea, el precio por disco seguía favoreciendo a Iomega (a pesar de una menor capacidad), y sus unidades eran más económicas. La visión de los usuarios se volvió más conservadora, y nadie deseaba almacenar sus datos en formatos muertos.
En la última parte del vídeo, Colin explica que jamás había escuchado hablar sobre Avatar… y debo admitir lo mismo. Es la primera vez que me cruzo con el Avatar Shark, y eso que fui testigo del ascenso y la caída de muchas tecnologías en las últimas décadas. Siempre hay algo nuevo para aprender…