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El museo ruso que aún funciona con ordenadores Apple II

Una cápsula del tiempo tecnológica como pocas

Apple II en Rusia

Poco más se puede agregar sobre el Apple II a esta altura. El ordenador individual se transformó en una serie completa, y con una producción de 16 años, esencialmente puso a la manzana en el mapa. El Apple II se las arregló para llegar a escuelas, bibliotecas, laboratorios e instalaciones gubernamentales, pero uno de sus destinos más exóticos fue el Museo Lenin en Gorki Léninskiye, al sur de Moscú. El museo abrió sus puertas al público en 1987, y todo el despliegue audiovisual que narra los últimos años del político y revolucionario aún depende de hardware Apple para funcionar.

La idea de construir ese museo se remonta al año 1972, pero la imagen de Vladimir Ilyich Lenin se encontraba en franco declive, no tanto por una pérdida de popularidad, sino por un exceso de ella. La vida del revolucionario había sido documentada, narrada, y transmitida hasta el más mínimo detalle. Boris Vlasov, director adjunto del Museo-Reserva Gorki Léninskiye, admite que era imposible encontrar nuevo material sobre Lenin, y el resto era insuficiente. Los visitantes debían quedar con la boca abierta.


Uno de los cubos audiovisuales en el museo

El resultado fue lo que Vlasov llama «Centros Ideológico-Emocionales», una serie de cinco cubos de vidrio con tinte rojizo que guardan escenarios completos, miniaturas, motores, proyectores láser, espejos, fantasmas de Pepper, reproductores de cinta «rollo a rollo» e imágenes destinadas a enseñar eventos históricos. Algunos de los cubos son tan altos como una persona, y mantenerlos en funcionamiento no es una tarea sencilla. Siendo honestos, no lo era incluso al momento de la inauguración, pero el primer gran desafío fue construirlos, y para ello debieron buscar una solución externa, al otro lado de la Cortina.


«Desde Cupertino con amor»

El ES4000 junto a un Apple IIe, publicado en la «Apple User» de agosto 1987

Dicha solución llegó en la forma del sistema británico Electrosonic ES4000, una plataforma hardware-software con un Apple II como elemento central. Aquí es cuando la política metió la cola: La ley soviética impedía establecer acuerdos comerciales directos con compañías extranjeras. El clon ruso más cercano al Apple II era el Agat-7, pero necesitaba una tarjeta externa para ejecutar software occidental, y la tarjeta de 50 pines del ES4000 no era compatible con las ranuras de 60 pines del Agat. El hardware Apple original debía llegar a la Unión Soviética, de un modo u otro.


Uno de los mandos a distancia para los cubos. Nota el logo en la parte inferior.

El acuerdo fue firmado a través de la organización de ventas Technointorg, que a su vez fue derivado a Beech Compix, un frente británico para la Cámara de Comercio e Industria de la Unión Soviética, y a nivel local fue la compañía rusa Cascade la que se quedó con toda la supuesta gloria. Oficialmente, la plataforma era «100 por ciento soviética», pero los algoritmos de control y los programas fueron escritos por el equipo de Electrosonic. De hecho, el logo de esa compañía está en los mandos a distancia de las exhibiciones.



Aún así, los ingenieros locales se las arreglaron para brindar el mantenimiento necesario. La caída de la Unión Soviética afectó este proceso (muchas de las compañías y agencias vinculadas desaparecieron, o modificaron sus roles por completo), pero el Museo Lenin sigue allí. Los cubos no fueron desmantelados ni actualizados, y reciben servicio técnico dos veces al año, lo cual requiere sacar a ex empleados de su retiro para hacerlo correctamente.

Otros exploradores de los años ’80 revelarán que Apple trató de llegar con un perfil mucho más oficial a la Unión Soviética, y que envió como emisario al mismísimo Steve Jobs en 1985, antes de su caótica partida de la compañía. El plan era vender ordenadores a la Academia Nacional de Ciencias, y por extensión a todas las escuelas rusas, que nunca se materializó debido a «ciertas excentricidades» de Jobs, y un particular apoyo público a León Trotski… pero esa es otra historia.


Fuente: Altas Obscura



Escrito por Lisandro Pardo

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