Los meses de octubre y noviembre han demostrado ser especialmente movidos entre las distros de Linux. Los engranajes comenzaron a moverse con la salida de Ubuntu, pocos días después de que Windows 7 fuera lanzado al mercado, pero luego le siguieron otras distros, incluyendo al "ex-misterioso" Chrome OS, del cual ya hay varias versiones disponibles en la red. En esta ocasión nos enfocamos en Linux Mint, una distro estrechamente relacionada con Ubuntu, que ha alcanzado su octava versión. La gran mayoría de las mejoras que se han visto plasmadas en Ubuntu también están presentes en Mint, pero de todas formas se trata de una distro muy interesante, especialmente para aquellos que buscan "algo como Ubuntu", sin querer instalar el original de Canonical.
Dicen que todos los caminos conducen a Roma, pero en cuanto a distros de Linux se refiere, en la mayoría de los casos, suelen conducir a Debian. Esta distro ha servido como base para una enorme cantidad de otras distros que, bajo ciertas circunstancias (y sin tener intención de faltar el respeto) han hecho un mejor trabajo que el original. El ejemplo elemental de este caso es obviamente Ubuntu. No son tantos los que saben que Ubuntu está basado en Debian, y a medida que pasan las versiones, dicha asociación se hace cada vez más difusa, principalmente porque Ubuntu ya posee una reputación propia. Incluso algunas distros ya se consideran "variaciones de Ubuntu" o "desviaciones de Ubuntu", olvidando un poco a sus raíces en Debian. En la página oficial de Linux Mint se hace una mención a Debian, pero no caben dudas de que la distro está basada en Ubuntu, no solo por lo declarado en la página oficial, sino por sus funciones. Sólo hay que dar un vistazo a las mejoras que ha recibido su versión 8 para comprobar que está más que alineada con Karmic Koala. Incluso sus períodos de actualización y soporte se han ajustado al trabajo de Canonical, por lo que deberíamos esperar a la versión 9 de Mint hacia abril del año entrante, cuando Lucid Lynx aparezca en el mundo Linux.
Mint está disponible en dos versiones: La estándar, en una imagen ISO de casi 700 megabytes, y una versión "universal" completamente libre y sin código propietario que ronda el gigabyte de datos. El entorno gráfico principal de Mint es GNOME, aunque también hay algunas versiones disponibles que utilizan KDE e incluso XFCE para ordenadores más modestos. Las ediciones de Mint 8 se dividen en 32 y 64 bits, aunque al momento de escribir este artículo, la versión de 64 bits de Mint 8 aún no estaba disponible. Por esta razón fue que descargamos la versión de 32 bits, la cual no presentó ningún problema durante su instalación. En cuanto al proceso en sí, es casi idéntico a Ubuntu. La imagen ISO es un Live CD al que hay que ingresar primero, y desde allí tendremos la posibilidad de instalar Linux Mint en el disco duro. Las opciones disponibles durante la fase de instalación son muy familiares para cualquiera que haya instalado alguna versión de Ubuntu en el pasado.
Muchas de las nuevas características de Linux Mint están basadas en las incorporaciones de Ubuntu, comenzando por el kernel 2.6.31, el soporte ext4 por defecto, GNOME 2.28 y la versión 7.4 de Xorg. Sin embargo, también posee una amplia capacidad de personalización de su interfaz, y muchas mejoras visuales bajo diferentes aspectos en comparación con la versión 7, como el sistema de actualización y el administrador de software. Quienes hayan tenido experiencias anteriores con el escritorio GNOME se sentirán como en casa, pero las diferencias son suficientes como para decir con certeza que no es idéntico a Ubuntu en apariencia. Uno de los lemas principales de Linux Mint es la elegancia, y parece buscarla a través de una simpleza más evidente. Ubuntu posee dos barras por defecto, repletas de iconos, mientras que Linux Mint cuenta solamente con una, la cual posee sólo los iconos necesarios para garantizar un funcionamiento eficiente. Algunos podrán pensar que esto no es otra cosa que una aproximación más "espartana" de GNOME, pero es una aproximación que mantiene las cosas limpias y claras, lo cual es definitivamente positivo. Su tendencia al verde es muy interesante a los ojos, aunque la cantidad de fondos de pantalla que Mint posee es muy limitada en comparación con los fondos disponibles en Karmic.
La administración de software se lleva a cabo tanto con el gestor interno de paquetes (llamado mintInstall) como con el clásico Synaptic. El gestor propio de Mint no está mal, pero es un poco menos intuitivo en comparación con el nuevo centro de software que ofrece Ubuntu. Aún así, esta solución es superior a la que ofrece Synaptic, un punto más para confirmar que Synaptic va en camino de salida. Será la última vez que Synaptic esté presente en Ubuntu, y a menos que algo extraño suceda, esto se esparcirá a todas las distros que se basen en el trabajo de Canonical, incluyendo a Mint. Synaptic nos ha servido bien, pero ya es hora de que tenga su merecido pase a retiro. Ahora son necesarias herramientas más sencillas y amigables con el usuario novato. Ubuntu ha dado el primer paso con su Centro de Software, y si bien el mintInstall aún está unos pasos por detrás, definitivamente se encuentra en el camino correcto, con sus imágenes en miniatura y su división por categorías específicas.
El repertorio de software no muestra grandes variaciones en relación con Ubuntu. Firefox es el navegador de vanguardia, GIMP el editor de imágenes, Brasero el software para grabar discos ópticos, y OpenOffice la suite de oficina, aunque una excepción notable es Pidgin manteniéndose como mensajero principal. Algunas de las aplicaciones sufrían una leve desactualización, como el caso de Firefox que se hallaba en su versión 3.5.3 apenas finalizamos la instalación de Mint. Sin embargo, luego de una actualización de sistema, las aplicaciones quedaron al día. El total de la actualización demandó la descarga de unos cien paquetes, sin incluir un leve proceso de "dist-upgrade", cuya velocidad de descarga fluctuó bastante. Hay que tener en cuenta que Mint utiliza los repositorios de Ubuntu para obtener software, por lo que si esos servidores funcionan mal, Mint los sufrirá tanto como Ubuntu. Lo lógico es rotar servidores, y encontrar uno que ofrezca la mayor velocidad de descarga durante el mayor tiempo posible. Sin embargo, la lista de servidores disponibles es muy corta. Para que se den una mejor idea, no hay ningún mirror estadounidense disponible en Mint.
El soporte multimedia por defecto pudo reproducir sin problemas lo que intentamos ver bajo Mint, incluyendo vídeos en YouTube y música en Grooveshark. Flash suele ser una píldora algo difícil de tragar en Linux, especialmente para quienes utilizan una distro por primera vez, pero no fue necesario descargar nada de la página de Adobe. De hecho, cuando intentamos hacerlo, el administrador de paquetes nos recomendó que nos "quedáramos" con la versión que aparecía en los repositorios. Es verdad que Flash está lejos de encontrarse en una relación ideal con ciertas distros de Linux. Incluso hemos debido sortear algunos detalles en su instalación para la versión de 64 bits de Ubuntu, pero con Mint no debimos hacer nada, al menos en su versión de 32 bits.
Para resumir, Linux Mint es una variación de Ubuntu muy interesante, más allá de que no innova en demasía. Su implementación de GNOME es más limpia, y posee todos los beneficios que Ubuntu ha incorporado en Karmic Koala, incluyendo el soporte de hardware y sus mejoras en los tiempos de inicio. Puede que no haya muchas razones por las que el usuario de Ubuntu debiera cambiar a Mint, pero si has probado a Ubuntu y hay algo que "no te ha cerrado" del todo, puede que Mint cause otra sensación, a pesar de las similitudes. Quienes deseen probarlo, ya saben que cuenta con un Live CD y un Live DVD en su versión universal, pero si desean utilizar un entorno virtualizado como VirtualBox, sólo deben escoger Ubuntu o Linux 2.6 como opción, ya que es posible que Linux Mint no figure en la lista de distros.