Aunque resulte difícil de creer, la robótica es una ciencia que tiene miles de años. Los robots de Boston Dynamics no son más que el resultado de siglos de investigaciones. Uno de los pioneros de esta ciencia fue el árabe Al-Jazari, uno de los más grandes ingenieros de la historia que construía autómatas en 1260.
Nos maravillamos cada vez que leemos sobre un robot que es capaz de tocar el violín, el saxo o dibujar un retrato, mucho más si tienen forma de perro, caminan como un humanoide o hacen acrobacias. Suponemos que todas estas maravillas, incluyendo las de Festo y el dragón volador transformer, son lo último de la tecnología. Pero esto es cierto solo en parte.
La historia nos dice que la fabricación de máquinas que imitan al ser humano o a otros seres vivos es incluso anterior a la era cristiana. De hecho, hace unos 4000 años, en el Antiguo Egipto existían estatuas de dioses o reyes que despedían fuego desde sus ojos, tal como la estatua de Osiris. Otros ingenios estaban dotados de brazos mecánicos que eran operados por los sacerdotes del templo.
Pero quizás el autómata que más llamó la atención de los antiguos fue la estatua de Memnon de Etiopía, que era capaz de emitir sonidos cuando los rayos del sol la iluminaba, causando el lógico temor y el respeto entre la población. No había nada de mágico en el autómata: al amanecer, el cambio de temperatura provocaba la evaporación del agua almacenada en su interior, y era ese vapor el que al escapar por fisuras muy bien calculadas de la estatua producía un sonido semejante al habla.
También los griegos fueron grandes constructores de autómatas. Empleaban a menudo la energía hidráulica para dotar de movimiento a sus creaciones, y Herón de Alejandría (contemporáneo de Cristo) escribió un libro, llamado “Autómata”, en el que se describen mecanismos construidos con fines de entretenimiento capaces realizar variados movimientos.
Entre los mencionados se destacan los que imitaban aves que gorjean, vuelan y beben; estatuas capaces de servir una copa de vino o puertas automáticas. El “motor” de estas máquinas antiguas era el movimiento del agua, la fuerza de gravedad o bien algún sistemas de palancas. De esa época data también un teatro de marionetas mecánicas capaz de representar escenas de la Guerra de Troya.
Pero el libro antiguo sobre autómatas que más se destaca es sin dudas “El libro del conocimiento de los ingeniosos mecanismos”, escrito por el árabe Al-Jazari en 1260. En él se recopilaban muchos mecanismos ingeniosos de los siglos anteriores, a la vez que se exponían algunos creados por el autor. Al-Jazari, que nacio en la región que actualmente ocupa Irak, fue el creador de un reloj de agua accionado por contrapesos pesos y de un autómata de forma humanoide que era capaz de servir bebidas.
Más tarde, durante la primera mitad del siglo XVI, el ingeniero Giovanni Torriani, quien fuera Matemático Mayor de la Corte de Felipe II, construyó un autómata llamado “El Hombre de Palo” o “Patapalo”. Tal era la complejidad del mecanismo creado por este ingeniero, que su autómata era capaz de cruzar una de las calles de Toledo (a la que posteriormente dio nombre) y pedir limosna para la construcción de un hospital.
Siglo y medio más tarde, Jacques de Vaucanson construía una serie de autómatas que actuaban como flautistas y tamborileros, que resultaron un gran éxito. Su último y más famoso mecanismo fue el llamado “Pato con Aparato Digestivo”, un dispositivo dotado de más de cuatrocientas piezas móviles capaz de batir las alas, comer, realizaba la digestión y defecar tal como lo hace un pato vivo.
Una hazaña como esa, realizada con los escasos recursos técnicos de la época, parece casi imposible de superara. Pero durante el siglo XVIII el suizo Pierre Jaquet-Droz creó obras que causaron impresión en cada lugar que fueron exhibidas. Tres de ellas, llamadas “La Pianista”, “El Dibujante” y “El Escritor” pueden verse en el Museo de Arte e Historia de Neuchâtel, en Suiza. Las tres tienen más de 2000 piezas móviles, y “El Escritor” supera las 6000.
Recién en 1920 la palabra “robot” se adopta para designar a estos mecanismos. Fue el escritor checo de Karel Capek , quien la menciona en su obra de teatro “R.U.R.” (Robots Universales de Rossum), y que bajo la forma “robota” significa “trabajo forzado” en checo.
Utilizando los pocos medios mecánicos que tenían a su disposición, sin contar con tornos de precisión o electricidad para realizar sus trabajos, estos hombres consiguieron fundar los cimientos de toda una rama de la tecnología que aún hoy nos asombra.