El ajedrez es un juego que ha mantenido entretenidos a los humanos durante cientos de años. Al tradicional tablero de 8×8 casillas se le han sumado variantes más o menos jugables, aunque ninguna ha logrado el éxito de la configuración original. Muchas de estas variaciones pueden jugarse en tres dimensiones, e incluso Spock, el personaje de Star Trek, es fanático de una de ellas. ¿Te animarías a jugar una partida de ajedrez tridimensional?
Quizás uno de los motivos que hace del ajedrez un juego tan atractivo sea la sencillez de sus reglas. En efecto, cualquier persona puede aprenderlas en solo 3 o 4 minutos. Pero esta engañosa simplicidad tiene como contrapartida la existencia de un astronómico número de combinaciones de movimientos posibles, haciendo muy difícil -al menos para el profano- imaginar las alternativas del juego más allá de las 3 o 4 jugadas siguientes. El tablero está compuesto por 64 casillas, agrupadas en 8 filas por 8 columnas, y cada jugador dispone de 16 piezas (o trebejos) propias.
Existen seis tipos distintos de trebejos, y al principio de la partida cada uno de los contrincantes dispone de ocho peones, dos torres, dos caballos, dos alfiles, una dama (o “reina”) y un rey. Las piezas de un jugador son de color claro (“las blancas”) y las del otro son de color oscuro, (o “negras”). Como decíamos, la cantidad de combinaciones posibles hace que el juego sea muy difícil de dominar, y seguramente nadie perderá el interés en el ajedrez por saberse de memoria cómo ganar las partidas. Sin embargo, muchos han buscado modificar el juego para hacerlo aún más complicado, incluyendo varias versiones que permiten expandir el ajedrez al espacio tridimensional.
Las variantes tridimensionales comenzaron a aparecer hace unos 120 o 130 años. La primera en obtener cierto éxito es la que en 1907 inventó Ferdinand Maack, llamada “Raumschach”, algo así como “Ajedrez del espacio” en Alemán. Esta variante se juega en cinco tableros de 5×5 casillas cada uno -llamados A, B, C, D y E- que al superponerlos componen un cubo conformado por 125 casillas. Las piezas blancas comienzan la partida en el nivel inferior (el A) y las negras en el más elevado (el B). Las piezas realizan movimientos semejantes a sus análogas del ajedrez bidimensional de toda la vida, pero con agregados que les permiten “viajar” en una dimensión adicional pasando de uno a otro tablero. La torre, por ejemplo, puede moverse adelante, atrás, arriba o abajo, atravesando las paredes de los “cubos” que componen el espacio del juego. Los alfiles hacen más o menos lo mismo, pero moviéndose a través de las aristas de los cubos. Y una pieza nueva, que no existe en el ajedrez tradicional -el unicornio– se mueve a través de los vértices.
Las reglas del juego varían un poco para adaptarse al nuevo “entorno”: no existe doble movimiento, captura al paso ni la posibilidad del enroque. A pesar de que cada “piso” de este ajedrez solo tiene 5×5 casillas, la cantidad de partidas posibles es mucho mayor que las del ajedrez tradicional, debido a la existencia de 5 tableros y a los movimientos entre niveles. En 1919 Maack fundó un club de “Raumschach” en Hamburgo, que se mantuvo activo durante unos treinta años, pero luego el interés por el juego fue decreciendo y el club desapareció.
El prolífico escritor Isaac Asimov escribió en 1981 un cuento llamado “Encajar perfectamente” (“A Perfect Fit”), en el que se describe un ajedrez tridimensional -el “Hiperajedrez”- compuesto por 8 tableros de 8×8 casillas cada uno. Las reglas de este ajedrez son bastante diferentes a las del “Raumschach” y a las del juego tradicional, y existen movidas o configuraciones con nombres tan “Asimovianos” como “Formación Rosácea” (el Rey está rodeado por un anillo de Damas, Alfiles, etc.) o “Cruciformación” (el Rey al centro, con un anillo de Damas y un anillo de Alfiles intercalados con Caballos, etc.). Como resulta evidente, este tipo de ajedrez no es especialmente sencillo de jugar, y prácticamente nadie lo hace. De hecho, algunos creen que hasta seria casi imposible escribir un programa de ordenador que fuese eficiente jugando al Hiperajedrez.
Pero la que seguramente se ha convertido en la mas famosa variante de ajedrez tridimensional es el Ajedrez Tri-D, que puede verse en varios episodios (y películas) de Star Trek. Este juego, al que es aficionado Spock, es en realidad un compendio de pequeños tableros de 2×2 , 4×2 o 4×4, colocados en diferentes niveles. Creado originalmente como un elemento del decorado y para ayudar a transmitir al público la idea de que este personaje es increíblemente inteligente (y por lo tanto capaz de jugar este tipo de juegos), lo cierto es que nuca tuvo -al menos no durante el desarrollo de los hilos argumentales de la serie- reglas definidas. Incluso puede verse como la disposición de los tableros o el tamaño de los mismos cambia de uno a otro capitulo, o entre escenas del mismo episodio.
Las piezas tampoco son exactamente las mismas del ajedrez convencional, y no hay datos sobre la forma en que deberían moverse las mismas. Sin embargo, la legión de fanáticos de esta serie se encargó de dotar al Ajedrez Tri-D de todo lo que le faltaba para ser jugable, y a partir de unos pocos datos incluidos por Franz Joseph en “The Star Trek Star Fleet Technical Manual”, Andrew Bartmess escribió en 1976 las reglas completas del juego, que luego se perfeccionaron en sucesivas ediciones. De hecho, existe un manual con licencia Creative Commons (en italiano), escrito por Marco Bresciani, que incluye todas las reglas de Bartmess, instrucciones para construir el tablero y las piezas, etc.
¿Cual es el motivo por el que estas variantes no se han hecho populares? En general, el ajedrez tradicional resulta lo suficientemente complejo como para mantener entretenidos a los aficionados durante toda su vida. Sus reglas son lo suficientemente sencillas como para que hasta un niño pueda entenderlas, y el tablero puede construirse hasta pintándolo sobre una mesa. Las variantes “3D” complican -a veces demasiado- las reglas, convierten las partidas en algo mucho más complejo, y los tableros son a menudo francamente difíciles de construir. Según parece, seguiremos jugando al ajedrez “bidimensional” durante varios siglos más.