La relación entre el ser humano y los perros tiene muchas facetas, pero una de las más importantes ha sido (y aún es) la del trabajo. Por citar un ejemplo, los perros nos permitieron alcanzar lugares verdaderamente inhóspitos, y la llamada «Edad Heroica» de la exploración antártica hubiera sido imposible sin su esfuerzo y sacrificio. Aún así, lo cierto es que ya no quedan perros en la Antártida, ni siquiera como mascotas. ¿Cuál es el motivo?
La gente de Business Insider ha compartido varios vídeos en YouTube dedicados al entrenamiento de perros. Aplicaciones militares, detección de explosivos, perros lazarillos… el trabajo de los profesionales es en verdad impresionante. No importa si el objetivo requerido es precisión o intensidad, los perros pueden hacerlo. Pero también han cumplido un rol fundamental en la exploración científica. De hecho, su sacrificio fue enorme durante la «Edad Heroica» de las misiones a la Antártida… y digo «sacrificio» porque sirvieron como fuente de alimento en más de una situación.
¿Por qué no hay perros en la Antártida?
La Edad Heroica ha quedado atrás, y lo mismo podemos decir de la presencia canina en la Antártida. Hay docenas de bases permanentes en el continente, rotando personal durante todo el año, pero ni una sola mascota. ¿Por qué? En primer lugar, un detalle obvio: El rol de los perros de trineo ha quedado obsoleto frente a los vehículos modernos. En el pasado, los perros ofrecían ventajas específicas como su peso, y la capacidad de detectar riesgos en el recorrido (ej., grietas). Hoy, un «Hägglunds» puede cubrir 300 kilómetros con un tanque lleno (siempre que el terreno ayude), y mover hasta cinco toneladas de carga.
Y en segundo lugar… los perros están prohibidos en la Antártida. Lo mismo se extiende a gatos, y a cada especie «no nativa» del continente. El «Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente», mucho mejor conocido como Protocolo de Madrid, fue firmado el 4 de octubre de 1991, y entró en vigor a principios de 1998. Los últimos perros en abandonar la Antártida partieron de la estación británica Rothera en febrero de 1994.
Una de las explicaciones para la prohibición indica que los perfiles genéticos de perros y focas comparten varios puntos en común, y esto abre la posibilidad de una transferencia de infecciones. En otras palabras, se cree que una mutación del distemper canino (conocido popularmente como «moquillo») podría «encontrar un camino» para llegar a las focas.
Fuentes: British Antarctic Survey, Antarctic Dogs