A mediados de los ’80, Japón estaba en llamas. El frenesí exportador y la expansión en occidente de sus principales compañías colocaron al país en el centro de una bonanza económica que alcanzó a múltiples mercados, pero faltaba una pieza en el rompecabezas: Los supercoches. Así fue como los presidentes de Wacoal y Dome unieron fuerzas para fundar la casa de diseño Jiotto en julio de 1988, y lanzar al Caspita, un prototipo de 450 caballos que prometía acceso directo a tecnología utilizada en la Fórmula 1, respaldada por una estética impecable…
«¿De qué habla, Doc? Las mejores cosas son fabricadas en Japón»
Los fans de «Back to the Future» seguramente recuerdan esta respuesta de Marty, pero lo cierto es que simboliza a toda una época. Nintendo, Sony, Panasonic, Honda, Toyota… si querías algo «de calidad» en los ’80, tenía que ser japonés. La economía volaba, y con el dinero cambiando de manos a toda velocidad, también surgieron proyectos «de prestigio» como el desarrollo de supercoches.
Ahora, Japón no era ajeno a estos vehículos. La compañía Dome de Minoru Hayashi había deslumbrado al mundo con su prototipo Zero en 1978, pero ninguna de sus versiones recibió los permisos necesarios para su comercialización. Diez años más tarde, Hayashi lo intentó de nuevo, pero esta vez con un inusual aliado: Yoshikata Tsukamoto de Wacoal, compañía conocida por su ropa interior femenina.
Ambos crearon la casa de diseño Jiotto en julio de 1988. La investigación y la fabricación quedó a cargo de Dome controlando el 40 por ciento de la compañía, mientras que Wacoal conservó el otro 60. ¿Su resultado final? El Jiotto Caspita.
Jiotto Caspita: Un Fórmula 1 en la calle
El responsable fue Kunihisa Ito, vicepresidente de Jiotto y diseñador en jefe. Con un promedio de 200 diseños y más de veinte pruebas aerodinámicas, Jiotto redujo sus propuestas a tres, finalmente conservando la más cercana a los coches del Grupo C. Entre los ajustes más importantes se destaca la inclusión la inclusión de un alerón controlado electrónicamente, con un rango máximo de 19 centímetros.
¿Pero por qué se habla de un «Fórmula 1 en la calle»? La respuesta llega a través del tercer socio, Subaru. Después del ingreso de Yamaha y Honda a la máxima categoría como proveedores de motores, Subaru decidió seguir el mismo camino, aliándose con Motori Moderni para crear el Subaru 1235, un motor bóxer de 12 cilindros con un desplazamiento de tres litros y medio, y un techo de 560 caballos.
La versión que recibió el Jiotto Caspita Mk.I fue «bajada» a 450 caballos, pero esa relación no duró demasiado. ¿Por qué? Porque el paso de Subaru por la Fórmula 1 fue desastroso (no logró ni una sola clasificación en ocho carreras de la temporada 1990), y la compañía perdió todo interés en el 1235. Para la versión Mk.II, el Caspita recibió un Judd GV V10 de 585 caballos. Su «0 a 100» era de apenas 3.4 segundos.
En un principio, su paso por el Tokyo Motor Show de 1989 fue muy positivo, y se habló de una serie limitada de 30 unidades, con un precio estimado de 700 mil dólares. Sin embargo, la fortaleza económica japonesa era un espejismo: Su burbuja explotó en el ’91 (dando lugar a la famosa Década Perdida), y la demanda de supercoches se esfumó alrededor del globo. El Caspita se quedó sin clientes y sin futuro, pero ambos prototipos están a salvo: El Mk.I se encuentra en el Motorcar Museum of Japan, mientras que el Mk.II quedó bajo control de Dome en su cuartel general.
Fuente: All Car Index