La energía nuclear y el espacio tienen una relación más cercana de lo que creemos. Los generadores termoeléctricos de radioisótopos son piezas fundamentales en muchas misiones, y durante años hemos estudiado la posibilidad de usar cohetes térmicos o detonaciones controladas. Sin embargo, lo que nos reúne aquí hoy es una pregunta clásica: ¿Por qué no usar al espacio como depósito final para el desperdicio nuclear? O mejor aún, ¿por qué no lo enviamos directamente al Sol? La gente de Kurzgesagt nos ofrece una respuesta muy detallada, y una conclusión contundente: Es una idea terrible.
Lo primero que debemos entender sobre el desperdicio nuclear es que existen diferentes categorías. El uso de la expresión «desperdicio nuclear» como término global ignora muchos detalles, y es necesario visualizarlos más de cerca:
- El 90 por ciento del desperdicio es de un nivel bajo, como vestimenta y herramientas que sufren una contaminación leve. Este material no presenta mayores desafíos a la hora de su descarte.
- El 7 por ciento es de un nivel intermedio, y alcanza a todos los componentes que han permanecido muy cerca de un núcleo durante su funcionamiento. Los requerimientos para su almacenamiento se multiplican, pero no son imposibles.
- En cuanto al 3 por ciento restante… ese es nuestro dolor de cabeza. Hablamos del combustible agotado que retiramos de los reactores. Radiactivo, caliente, y muy difícil de manipular.
Existen 440 reactores en funcionamiento alrededor del mundo (437 según Wikipedia), y producen unas 11.000 toneladas de desperdicio por año. Entonces… ¿por qué no empezamos a lanzar cohetes con esta basura nuclear?
Desperdicio nuclear al espacio: ¿Tarea imposible?
El vídeo de Kurzgesagt nos enseña que la primera dificultad es económica: Enviar un kilogramo de «cualquier cosa» a la órbita baja de la Tierra tiene un precio de 4.000 dólares. El costo adicional para un reactor sería de 100 millones de dólares anuales (44.000 millones si hablamos de 440 instalaciones), volviendo prohibitiva a la energía nuclear.
Ahora, imaginemos un mundo donde el dinero no es un problema. La segunda dificultad es que no tenemos suficientes cohetes. En el año 2021 se registraron 135 lanzamientos exitosos, y si todos cargaran desperdicio nuclear, el gran total sería de… casi 800 toneladas. Para «procesar» las 11.000 toneladas anuales, habría que multiplicar el número de cohetes por 14.
Y se pone peor: Esto deja todo el desperdicio en la órbita baja terrestre, por lo que necesitamos más cohetes, más grandes, y más costosos para enviarlos a la Luna. Un Saturn V costaría hoy 1.500 millones de dólares (ajustados por inflación), moviendo apenas 43.5 toneladas de desperdicio. Disparar hacia el vacío tampoco es una opción (cohetes aún más grandes y caros), y aunque parezca mentira, enviar la basura al Sol presenta el mismo problema. Cualquier cohete debería cancelar el movimiento orbital que posee, para finalmente caer en la estrella. Otra vez, «más grandes, más caros».
Para finalizar, el lanzamiento de cohetes no es una ciencia perfecta, y probablemente nunca lo sea. Tal y como mencionamos más arriba, 2021 tuvo 135 lanzamientos exitosos… sobre 146. Eso nos da un 7.53 por ciento de probabilidades de causar una catástrofe radiactiva local, o provocar una lluvia de desperdicio nuclear con consecuencias devastadoras. El riesgo es demasiado grande.
La solución menos perjudicial es la que se viene haciendo. Enterrarlos bajo tierra en lugares donde el riesgo sísmico o de filtraciones acuíferas sea el menor posible.
Una cosa es segura: Con la población de personas en constante aumento, el consumo de energía va a seguir creciendo y más nos vale minimizar el consumo de contaminantes en favor de aumentar las más respetuosas con nuestro medio ambiente.