Los cálculos más optimistas de la inteligencia estadounidense durante la posguerra sugerían que la Unión Soviética no sería capaz de producir una bomba atómica antes de 1953, y para el Reino Unido, la demora se extendería un año más. Sin embargo, el 29 de agosto de 1949, RDS-1 le demostró al mundo que la Unión Soviética se había convertido en una potencia nuclear. Bautizada Joe-1 como referencia a Stalin, la bomba era casi un clon de Fat Man, en parte gracias a un extenso trabajo de espionaje sobre territorio occidental, y el esfuerzo de gente muy inteligente al otro lado de la cortina.
6 y 9 de agosto de 1945. Hiroshima y Nagasaki vuelan por los aires. El nacimiento de la «Era Atómica» fue confirmado con la muerte de cientos de miles de personas. Menos de un mes después, las autoridades japonesas firman el Acta de Rendición. La Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin. Estados Unidos había quebrado la voluntad de una fuerza militar dispuesta a sacrificar hasta el último hombre disponible, con puro fuego nuclear. Y la Unión Soviética estaba prestando atención.
Por supuesto, ambos países eran aliados en ese momento, pero Stalin ya había tomado la decisión: La Unión Soviética debía redoblar sus esfuerzos y producir un artefacto similar en media década o menos. Técnicamente, el programa nuclear soviético comenzó durante la guerra, en 1942. A principios de ese año, el físico nuclear Gueorgui Fliórov detectó que las fuerzas aliadas interrumpieron sus publicaciones de estudios relacionados a avances atómicos, virtualmente confirmando las sospechas de un programa secreto. En dos cartas enviadas a Stalin (la segunda con el respaldo del físico Konstantin Petrzhak), Fliórov recomendaba la creación de una bomba de uranio sin demora.
Nadie sabe con seguridad si Stalin recibió dichas cartas, pero a partir de ese punto comenzó la extracción de físicos rusos de sus correspondientes servicios militares para el proyecto. Ígor Vasílievich Kurchátov fue asignado como líder del Laboratorio Número 2 cerca de Moscú (fundado en febrero de 1943). A pesar de sus avances, la Unión Soviética llegó al final de la Segunda Guerra con las manos vacías, enfrentando dudas y dificultades en el desarrollo de una variante de uranio. Después de Hiroshima y Nagasaki, el Politburó tomó el control del programa atómico, y a partir de abril de 1946, todos los involucrados se volcaron en favor de un diseño con plutonio.
Lo que nos lleva a RDS-1. Sus similitudes con Fat Man no eran una casualidad: Toda la estructura de espionaje soviético en occidente fue particularmente exitosa a la hora de filtrar detalles técnicos y diseños derivados del Proyecto Manhattan y otras fuentes. Theodore Hall, Harry Gold, Klaus Fuchs (probablemente el elemento más importante para la inteligencia rusa), David Greenglass, Julius y Ethel Rosenberg, y al menos media docena de espías más terminaron involucrados.
RDS-1, «Dispositivo 501», «Primer Relámpago» o simplemente «Joe-1» fue una bomba de implosión con un núcleo de plutonio sólido que desarrolló un rendimiento de 22 kilotones al momento de su detonación (Fat Man llegó a 21 kilotones). En un intento por evaluar el poder destructivo de la bomba, los trabajadores en el Sitio de Pruebas de Semipalátinsk (hoy Kazajistán) construyeron casas de ladrillo y madera, un puente, y hasta el equivalente a un metro. También se incluyó material militar con armaduras reforzadas, aviones en tierra, y 1.500 animales.
La Unión Soviética creyó que había logrado mantener la detonación en relativo secreto, pero Estados Unidos tenía unidades Boeing B-29 equipadas con filtros especiales que podían detectar material radiactivo. El 3 de septiembre de 1949, un B-29 volando de la base Misawa (Japón) a la base Eielson (Alaska) registró una detección positiva. Rusia tenía la bomba. El monopolio nuclear estadounidense había muerto. El presidente Truman compartió con el público la noticia sobre la explosión de RDS-1 veinte días más tarde, al mismo tiempo que ordenó a sus oficiales acelerar el desarrollo de la bomba de hidrógeno. ¿Su resultado? El diseño Teller-Ulam, y la detonación de Ivy Mike.
(De nuestros archivos, publicada originalmente en octubre de 2019, con algunas correcciones.)
Ahora que lo pienso, me pregunto si los cientificos filtraron esas información para equilibrar el poder, así nadie se atrevería a usar ese tremento poder por miedo a ver los efectos en su propio suelo.
(Y seguramente no soy el primero)
“… y hasta el equivalente a un metro… ”
Y en Bogotá llevan 100 años tratando de construir uno