En el año 1886, el geólogo y explorador Eduard von Toll participó de una expedición a las Islas de Nueva Siberia. Al norte de lo que hoy conocemos como Isla Kotelny, von Toll creyó ver una tierra extraña, aislada, y cargada con un aire legendario: La Isla Sánnikov. 14 años después, von Toll partió en una nueva expedición, decidido a localizar esa isla. La furia helada del Ártico se quedó para siempre con el explorador, pero sus notas personales llevaron a una de las más inusuales «búsquedas del tesoro»: Sopa de repollo.
Eduard von Toll debió trabajar durante 14 años para convencer a la Academia de Ciencias de Rusia de que financie su expedición con el objetivo de localizar a la legendaria Isla Sánnikov. A bordo del bergantín Zarya («Amanecer»), von Toll y su equipo de audaces se dirigieron a una de las zonas más extremas del Ártico. La experiencia fue brutal desde el principio: Problemas de navegación, falta de carbón (el bergantín se movía a vela y vapor), escorbuto, disputas entre von Toll y el capitán, un doctor muerto, inundaciones en el barco, perros famélicos y hasta un oso polar furioso marcaron el ritmo… pero lo peor era el hielo.
Aún así, von Toll y sus hombres desarrollaron múltiples tareas científicas, desde la creación de mapas hasta el análisis de muestras en sus laboratorios a bordo del Zarya. El principal sustento de la expedición se basaba en alimentos secos y enlatados, y una parte de ellos fueron depositados en el permafrost de la Península de Taimyr.
19 meses después, la Academia de Ciencias envió nuevas órdenes a von Toll vía telegrama: Hora de volver a casa. Al explorador sólo le quedaba un verano para encontrar a su soñada isla, pero el Ártico no siempre coopera a pesar de las estaciones, y en mayo de 1902, el Zarya estaba atrapado en el hielo. von Toll tomó a su navegante y a dos tripulantes yakutos, y se dirigieron más al norte, a la Isla Bennett, combinando trineo y kayak.
La idea era que la Isla Bennett sirviera como base de operaciones para continuar con el viaje hacia el norte y encontrar Sánnikov. von Toll y su equipo se devoraron en tres meses todo lo que había para masticar en la isla, incluyendo aves, un pequeño grupo de renos, y tres osos. En exceso optimistas, decidieron no guardar nada para el invierno, pensando que el Zarya los rescataría, pero el bergantín pasó largos meses atrapado en el hielo.
El calendario marcó octubre de 1902. El rescate nunca llegó, y allí von Toll supo que si no abandonaban la isla, morirían. Regresaron a sus kayaks en un intento por volver al sur, pero jamás se los volvió a ver. La muerte de von Toll lo volvió tan legendario como la Isla Sánnikov, pero una parte de sus diarios sobrevivió. La viuda de von Toll los publicó, alguien se tomó la molestia de traducir su contenido en 1959, y toda una nueva generación de exploradores no pudo ignorar un detalle: Los alimentos en el permafrost de Taimyr seguían allí.
48 latas de sopa de repollo, una caja sellada de hojalata con 6.8 kilogramos de galletas de centeno, otros 6.8 kilogramos de avena, casi 2 kg. de azúcar, 4.5 kg. de chocolate, un bloque de té, y siete platos. La descripción del contenido era increíblemente precisa, pero no así la del lugar elegido por von Toll (cinco metros a nivel del mar, con una cruz de madera).
No fue sino hasta 1973 que un profesor de matemática y entusiasta explorador llamado Dmitry Shparo dio con el «tesoro». Su plan original era organizar el primer viaje por el Polo Norte en esquí, pero a las autoridades soviéticas no les agradó la idea de ver a sus ciudadanos más allá de la Cortina. ¿La solución de Shparo? «Resolver los misterios de la Península de Taimyr», técnicamente dentro de territorio ruso. Uno de los misterios era el depósito de von Toll.
Varios equipos habían intentado localizar los alimentos del explorador, sin éxito. Pero Shapro y su grupo llegaron vía helicóptero a la tunda en julio de 1973, y en cuestión de horas descubrieron una pila de rocas con un trozo de madera podrida, y una placa metálica que decía «Cache Zarya: 1900». Sopa de repollo, galletas de centeno, todo estaba allí. ¿Y lo más impresionante? Su sabor seguía intacto.
Las primeras muestras no tardaron mucho en llegar a Moscú. Diferentes agencias y equipos interesadas en la conservación de alimentos estudiaron el té, la avena, el chocolate y hasta fósforos. El permafrost había hecho un trabajo extraordinario. Una nueva expedición retiró 34 de las 48 latas de sopa. Tres fueron separadas para ser abiertas en 1980, 2000 y 2050 respectivamente, mientras que 14 seguirán enterradas en el lugar original, junto a contenedores modernos para que futuras generaciones puedan estudiarlos.
¿Quieres ver más expediciones? Entonces, no te pierdas la primera aventura oficial de Australia en la Antártida. ¡Muchas fotos!
Fuente: Atlas Obscura