El año era 1981. American Airlines no la estaba pasando muy bien en lo económico, y tomar deuda era caro debido a las tasas de interés. En un intento por obtener amplios ingresos en corto tiempo, la aerolínea decidió activar el programa AAirpass, que otorgaba viajes ilimitados de por vida y acceso sin restricciones a las ubicaciones VIP del Admirals Club, con un precio fijo de 250.000 dólares. Sin embargo, el tiro salió por la culata. Además de vender un número muy bajo de pases, algunos de sus usuarios exprimieron al máximo la disponibilidad de vuelos gratuitos, provocando millones de dólares en gastos…
De acuerdo con Bob Crandall, CEO y presidente de American Airlines entre 1985 y 1998, la idea original era que AAirpass se convirtiera en un obsequio que muchas firmas y compañías le harían a sus empleados más valiosos. Después de todo, si alguien te hace ganar millones de dólares al año, digamos que invertir 250 mil para reconocer su trabajo y que vuele gratis de por vida no suena tan absurdo.
Otro detalle interesante es que American decidió habilitar la compra de un pase secundario que traía los mismos beneficios entre los dueños existentes de AAirpass, con un importante descuento. En otras palabras, por la suma total de 400.000 dólares (250 del pago inicial, y otros 150 por el pase extra), dos personas podían recorrer el mundo y ser tratados como reyes en el proceso.
American decidió interrumpir las ventas generales de AAirpass en 1994, después de haber elevado su precio a 600.000 dólares en 1990, y a 1.01 millones en 1993. La única excepción fue en 2004, cuando ofreció un pase a través del catálogo de Navidad de Neiman Marcus, con un precio de 3 millones de dólares, y 2 millones por el pase secundario (nadie lo compró).
El total de AAirpass vendidos ascendió a 66, muy por debajo de las expectativas originales, pero sólo se necesitó un par de viajeros para comprobar que todo el programa había explotado en la cara de American. El primero es Steve Rothstein, que compró su AAirpass en octubre de 1987.
En un período de veinte años, Rothstein realizó miles de vuelos a New York, Londres, París, Tokio, San Francisco y Los Ángeles, acumulando millones de millas. Voló a Ontario sólo por un sandwich, en más de una oportunidad regaló su segundo boleto a extraños que conocía en los aeropuertos, y llegó a reservar dos asientos uno al lado del otro para tener más espacio personal.
El otro es Jacques E. Vroom, quien pagó más de 350 mil dólares por el paquete completo en diciembre de 1989. Vroom acumuló casi 40 millones de millas, fue a todos los juegos de fútbol americano de su hijo en Maine, entregó sin cargo varios pasajes a personas enfermas, y otros simplemente los vendió.
En 2007, American ordenó a un «equipo de integridad» investigar a los usuarios de AAirpass, con especial énfasis en estos dos superviajeros, para determinar qué tan grande era el gasto. Entre impuestos, millas, asientos perdidos y otros extras, la conclusión fue que Rothstein y Vroom le hacían perder a American más de un millón de dólares cada uno por año.
Bajo supuestas acusaciones de «comportamiento fraudulento», American Airlines canceló los pases de ambos en 2008. Rothstein y Vroom demandaron a la aerolínea, y al parecer Rothstein llegó a un acuerdo a fines de 2012, aunque Vroom no tuvo esa suerte, probablemente debido a la reventa de pasajes. American no dudó en anular otros pases que registraban un uso excesivo, pero el resto siguen siendo válidos.