Ya que quieren anécdotas, como dejaron claro en la edición anterior del Tiradero Visual de la Semana, voy a aprovechar y les voy a confiar algo que, cada vez que lo cuento, nadie me lo cree. ¡Ni siquiera los mismísimos protagonistas! Algo que llegué a pensar que me lo había inventado, que lo había soñado, pero que no. Ahora sé que no.
Durante principios de los años 90s, tal vez mediados, no lo recuerdo, pero segurísimo mucho antes de que la palabra viral tomara un nuevo significado, existió uno de los más repugnantes “memes” de los que tengo memoria. Consistía en un hongo. Sí, un hongo. Pero no cualquier hongo, eh. Este era un hongo que cumplía deseos. Nada menos. Solo funcionaba si uno recibía de un amigo una cría de su hongo original (que él también había recibido de un amigo). Antes de aceptar la cría, uno tenía que pedir un deseo. Luego, al hongo había que mantenerlo debajo de la cama y cuidarlo hasta que tuviera su primer hijito. A los hijitos había que regalarlos, sí o sí. Mientras más hijitos se regalaban, más probabilidades tenía uno de que su deseo se hiciera realidad. Fue super viral ese maldito hongo y, sin embargo… ¡son muy pocos lo que lo recuerdan!
Yo sí me acuerdo de haber recibido una cría, de mano de un amigo de la escuela, que a su vez lo había recibido de su mamá, que estaba desesperada por que se cumpliera su deseo. A mi esas supersticiones no me interesaron nunca, pero igual lo mantuve vivo, para ver cómo demonios podía ser que un hongo tuviera “hijos”. La cosa es que sí, si uno lo cuidaba y lo alimentaba con los líquidos correctos, tarde o temprano el hongo iba a tener descendencia. Ahí sí me fascinó el asunto, pero corté la cadena y me quedé con todos los hijitos. Luego, en algún momento, me olvidé del asunto.
Años más tarde (muchísimos años más tarde), recordé toda aquella movida y se la comenté a ese amigo que me había regalado mi honguito original. ¡Y no se acordaba! Negó por completo el asunto y me dijo que estaba loco. Ninguna de las personas que YO SABÍA habían tenido hongos era capaz de recordarlo. Y sí, yo loco estoy, pero no de esa forma. Así que me puse a investigar (léase “buscar en Google“) y, aunque los registros son escasos incluso para el titán de Internet, la cosa existió. Y aquí vamos a un pequeño juego que propongo en está edición: ¿Cómo se llamaba ese hongo? ¿Eres capaz de descubrirlo? ¿Con qué había que alimentarlo? ¿Tuviste uno? ¿Cuántos hijitos le salieron?
Y ahora sí, el Tiradero, que para eso estás aquí. ¡Que lo disfrutes!