¿Cuántas veces nos ha pasado? Decisiones que con un amplio estudio parecen buenas, compras que dan la mejor relación costo-beneficio, y aún así… la tripa se revuelve antes de tomar el camino contrario. La intuición puede ser muy poderosa, y al mismo tiempo estar muy equivocada, pero en ciertas ocasiones no es así. La pregunta que todos nos hacemos se reduce a «qué tan confiable es», y por suerte, la ciencia lleva varios años estudiando sus efectos.
Muchas personas no creen en ella, sin embargo, una importante cantidad de gente la sigue en todo momento. El valor de la intuición ha sido puesto en duda una enorme cantidad de veces, al colocarla en el mismo nivel que el misticismo y otros elementos del «sexto sentido» como la clarividencia y la telepatía. Por supuesto, eso no le impide a la ciencia tratar de entender a la intuición, cómo funciona, y en qué momentos es mejor seguir su consejo. A decir verdad, la intuición no tiene nada de místico, sino que se vuelca principalmente hacia el reconocimiento de patrones. Una acumulación de experiencias previas y reiteradas nos da una idea más sólida de qué tan buena o mala puede ser una decisión. Jugadores de naipes y ajedrecistas profesionales son un buen ejemplo de una intuición sintonizada para una tarea determinada, ¿pero qué pasa con el resto de las personas?
Qué tan confiable es la intuición
En términos sencillos, el cerebro humano procesa datos con dos velocidades diferentes. La llamada velocidad lenta entra en acción frente a tareas más complejas y potencialmente estresantes, mientras que la velocidad rápida es en donde se encuentra la intuición. Simple ejemplo: Una madre reconociendo que su hijo llora por un berrinche en vez de un dolor legítimo es una acción de pensamiento rápido. Si a esto le sumamos falta de tiempo, la región del cerebro encargada del pensamiento consciente le cede el protagonismo a los ganglios basales, asociados a comportamientos automáticos y formación de hábitos.
Otro aspecto curioso sobre la intuición es que parece funcionar mejor en decisiones mayores, como comprar una casa o un coche (también se registran niveles de satisfacción más altos entre quienes apelan a su intuición para cosas así), mientras que en adquisiciones simples, un estudio profundo suele ser superior. En la otra acera encontramos casos en los que nuestra intuición trata de dar una señal pero no lo hace con el impacto suficiente o no funciona bien, entre las que se destaca reconocer nuestra propia voz, o casos en los que interviene la empatía.
Finalmente, hay un elemento que se modifica frente a la intuición, y es la respuesta galvánica de la piel, que aumenta cuando el lado inconsciente de nuestra mente comienza a reconocer patrones que nuestra mente consciente ignora. En resumen: La respuesta a la pregunta original es que puedes confiar en tu intuición… dependiendo de la situación.
En ese caso, solo deberíamos confiar en nuestra intuición en aquellos temas en los que tengamos cierta experiencia, para que nuestro cerebro tenga material previo de donde reconocer patrones. De otra manera, puede que este extrapolando patrones de otras experiencias que tengan poca relación real con el tema en cuestión.