Erradicar a la silla de ruedas es un objetivo que está siendo explorado desde diferentes ángulos. En el pasado hemos visto exoesqueletos completos que pueden desplazar a una persona con precisión y solidez, pero después encontramos a expertos enfocados en reparar el daño sobre la médula espinal, o al menos, reducir su impacto. Un reciente estudio publicado por investigadores de la EPFL revela excelentes resultados aplicando una interfaz cerebro-espinal que funciona como puente para restaurar la movilidad en dos monos con parálisis parcial.
Cualquier clase de daño en la médula espinal puede dejar a una persona encadenada a una silla de ruedas el resto de su vida. El tipo de parálisis depende de dónde se encuentre físicamente la lesión, pero la consecuencia es la misma: Alguien pierde la capacidad de caminar. La lucha es dura, y aunque se han visto avances considerables, todas las iniciativas nos hablan de «varios años» de espera, antes de que puedan convertirse en un tratamiento viable. Si tenemos que pensar en una alternativa cortoplacista, todas las flechas parecen apuntar en la dirección del exoesqueleto, sin embargo, la mayoría de ellos aún son prototipos, y su costo permanece en terrenos prohibitivos. Eso nos lleva de regreso a los esfuerzos en medicina, y hay uno que en las últimas horas fue muy destacado por la prensa especializada.
Un grupo de investigadores estacionados en la EPFL de Suiza, con contribuciones de Medtronic, las universidades de Bordeaux y Brown, Motac Neuroscience, Fraunhofer ICT-IMM y el Hospital Universitario de Lausanne, publicaron un estudio sobre los resultados de una nueva interfaz cerebro-espinal que funciona como puente inalámbrico entre el cerebro y un receptor instalado inmediatamente después de la zona en la que fue dañada la médula espinal. La interfaz ha logrado restaurar el movimiento en dos primates no humanos con parálisis en sus piernas derechas. El implante cerebral se basa en cien pequeños electrodos insertados en una pequeña región de la corteza cerebral encargada de controlar el movimiento de las extremidades. La información es enviada a un ordenador que decodifica en tiempo real la intención motriz del primate, y la retransmite al receptor, que también trabaja como estimulador.
La posibilidad de interpretar señales tan complejas sin demoras a un punto tal que logre rodear al daño medular seguramente reescribirá varias reglas en el mundo de la neurotecnología. Por supuesto, el hecho de haber lesionado en forma deliberada a dos primates para esta investigación abre un debate muy delicado en lo que se refiere a ética, y como lo hemos dicho más arriba, sus responsables admiten que aún tienen muchos años de trabajo por delante antes de convertir a este trabajo en una terapia. Aún así, todos los elementos utilizados en el estudio ya fueron aprobados para uso clínico o están a punto de recibirlo, un detalle que podría reducir los tiempos de espera.
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