Hace poco hablamos sobre uno de los desafíos fundamentales que debe enfrentar el dinero tradicional «en papel», pero también hay otro inconveniente al que no puede escapar: Su durabilidad. Los billetes «de curso legal» cambian de manos constantemente, y si hay una moneda que ha conocido los límites más extremos de la fatiga del papel, es el dólar estadounidense. ¿Qué hace la Reserva Federal con esos billetes agotados? Los destruye… y los convierte en abono.
¿Quién estaría dispuesto a destruir seis millones de dólares? Cuando me refiero a «destruir» no estoy sugiriendo malgastar a ese dinero, sino convertirlo en confeti con una trituradora. Aunque parezca una locura, ese es uno de los tantos trabajos que debe llevar a cabo la Reserva Federal estadounidense. Obviamente, semejante proceso no es exclusivo del dólar. El dinero en efectivo se mueve sin cesar. Billeteras, carteras, bolsillos, sobres, cajeros automáticos, dedos, uñas, artistas espontáneos que escriben y/o dibujan sobre él… bajo esas condiciones, el desgaste es inevitable. Con el paso de los siglos, tanto la calidad como la resistencia del papel moneda ha ido en aumento, sin embargo, todo tiene su límite. Agujeros, esquinas que desaparecen, parches con cinta adhesiva, la lista sigue. Una vez que ha cumplido su ciclo de vida, el billete debe ser destruido.
La cantidad que mencioné más arriba es el promedio diario procesado y retirado de circulación por la rama de Nueva Orleans de la Reserva Federal. El procedimiento estándar para deshacerse del dinero destruido era (sin mayor ceremonia) arrojarlo en el vertedero más cercano, y después de lo que el caballero en el vídeo llama «mucho trabajo y esfuerzo», encontraron la manera de «reciclar» a los dólares destruidos, convirtiéndolos en abono (léase fertilizante). Imagino que toda esta danza incluyó ajustes en la tinta con el objetivo de hacerla biodegradable (o aditivos para minimizar su impacto), pero el punto es que la tierra fértil resultante es utilizada por granjeros urbanos locales, con pequeñas huertas en las que cultivan toda clase de vegetales y hierbas.
A menos que el diseño general no haya cambiado, un dólar estadounidense está compuesto por un 75 por ciento de algodón, y un 25 por ciento de lino (con algunas fibras sintéticas entrelazadas), mientras que su espesor es de apenas 0.1 milímetros. Estos parámetros le dan al dólar promedio unos 22 meses en circulación, por lo tanto, destruir dinero no sólo tiene sentido, sino que es absolutamente necesario. El hecho de que termine como fertilizante para que algo crezca ofrece cierta justicia poética, si tenemos en cuenta todo lo que se destruye por dinero…
One Comment
Leave a Reply