La idea de que haya “Internet en el espacio” no es nueva. Mientras que los usuarios en la superficie de la Tierra luchamos por recibir un servicio decente, hay mentes trabajando sobre la posibilidad de extender la transferencia de alta velocidad a otros planetas. La novedad más reciente llega gracias a la NASA y el MIT, que en una serie de experimentos lograron descargar datos provenientes de la Luna a unos impresionantes 622 megabits por segundo.
Tal vez se haya notado, tal vez no, pero lo cierto es que hace cuatro días que estoy sin acceso estable a Internet, y mi cordura corre el riesgo de convertirse en un lejano recuerdo. Pocas veces he tenido que lidiar con un nivel de incompetencia tan alto por parte de un proveedor, y si las estrellas se ubican en la posición correcta, estaré cortando toda relación con esa gente en cuestión de horas. Esto no sólo me está afectando en lo laboral, sino también en lo social (“¿Qué te pasa que que no te conectas?”), y la paciencia es un bien escaso en estos días. Al mismo tiempo, imagino a millones de usuarios manteniendo exactamente el mismo conflicto con sus proveedores. Debemos continuar con la lucha, pero al menos tenemos esperanzas para el futuro. Si las colonias espaciales en órbita y sobre la superficie lunar llegan a materializarse, es probable que el acceso a Internet, y las velocidades de descarga, no sean un problema.
Recientemente, un grupo de investigadores estacionados en la NASA y el MIT realizó una demostración de “Internet espacial” utilizando cuatro telescopios instalados en Nuevo México, que combinaron una señal láser infrarroja enviada a un receptor colocado sobre un satélite en la órbita de la Luna. La velocidad de subida fue de 19.44 megabits por segundo, un número “terrenal” si se lo quiere llamar así. La atmósfera de la Tierra es una gran barrera que genera interferencia, afectando la continuidad de la señal. Sin embargo, la parte más interesante está en la velocidad de descarga: 622 megabits por segundo.
Esto es aún más impresionante si tenemos en cuenta que solamente llega al receptor la milmillonésima parte de un vatio de potencia, cuando los telescopios transmiten una señal en el orden de los 40 vatios. Por suerte, los responsables de la transmisión explican que el producto neto es diez veces más de lo que se necesita para mantener una comunicación estable. Si bien esta tecnología será extremadamente útil en misiones cercanas a la Tierra, debería ser cuestión de tiempo y optimizaciones adicionales para que la señal pueda ser extendida a Marte, e incluso más allá.
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