La ciencia ha tenido momentos brillantes, y episodios muy oscuros. La llamada Guerra de las Corrientes, ubicada entre finales de 1880 y principios de 1890, irónicamente tuvo un poco de ambos. Las muertes de animales por electrocución a modo publicitario para demostrar la seguridad de una forma de corriente sobre otra están bastante bien documentados, pero lo que muchos consideran como uno de los últimos ejemplos es la ejecución en 1903 de Topsy, una elefanta que comprobó, y aún comprueba, lo repugnante que puede ser la especie humana maltratando animales.
La Guerra de las Corrientes fue mucho más que el enfrentamiento técnico entre la corriente alterna y la corriente continua (o directa, si así lo prefieren). Era un choque de visiones, de estilos y de pensamientos, pero también resultó ser una carrera para ver quién llegaba más bajo con tal de «ganar». Lamentablemente, con la instalación de las nuevas redes eléctricas comenzaron a surgir las primeras muertes de personas por electrocución. En la mayoría de los casos no fue más que gente en el lugar y el momento equivocado, pero estos hechos no sólo alimentaron el pensamiento de Thomas Edison de que la corriente alterna era inferior e insegura, sino que dieron lugar a desarrollos más siniestros, como la silla eléctrica, utilizada por primera vez en 1890, y la muerte de múltiples animales (perros, terneros, y hasta un caballo) debido a las demostraciones de Harold P. Brown.
Este ingeniero estadounidense inició una verdadera cruzada contra la corriente alterna, llegando a un extremo tal que formó con Edison lo que hoy más de un abogado podría llamar «asociación ilícita» para que la primera silla eléctrica utilizara generadores Westinghouse, rival directo de Edison en aquel entonces.
(Advertencia: El vídeo a continuación muestra la muerte de un animal, sin ninguna clase de censura)
Me disculpo por semejante introducción llena de detalles históricos, pero son necesarios para visualizar la locura en segundo plano de la Guerra de Corrientes. Más de una década después, el 4 de enero de 1903, se llevó a cabo la ejecución de Topsy, una elefanta asiática traída de forma ilegal a los Estados Unidos. Dicha ejecución sucedió en el Luna Park de Coney Island, el cual aún se encontraba en construcción.
La vida de Topsy estuvo llena de tortura y esclavitud. Promocionada falsamente como «la primera elefanta nacida en Estados Unidos», Topsy adquirió reputación de «peligrosa» tras matar a un espectador, James Fielding Blount, quien de acuerdo a los testimonios estaba borracho, comenzó a arrojar arena a la elefanta, y quemó su trompa con un cigarro.
Después de un incidente adicional con otro espectador, sus dueños (el circo Forepaugh & Sell) decidieron venderla, y terminó en manos de Frederick Thompson y Elmer Dundy, los dueños del antes mencionado Luna Park. Ambos se vieron forzados a despedir al «entrenador» de Topsy, William «Whitey» Alt, luego de reiterados maltratos y un intento de montarla como un caballo en aparente estado de ebriedad, provocando así que el destino de Topsy quede sellado. Ningún otro circo o zoológico estaba dispuesto a aceptarla, por lo tanto, acabarían con su vida.
Thompson y Dundy, mentes repulsivas como pocas, trataron de hacer pública a la ejecución, e incluso vender entradas a 25 centavos por persona. Finalmente, la ASPCA (que ya existía en ese entonces) bloqueó la venta de entradas, pero de todas maneras se reunieron más de 1.500 personas y cien miembros de la prensa para servir de testigos. Topsy fue en primer lugar envenenada con cianuro de potasio, y luego ejecutada con 6.600 voltios, utilizando corriente alterna. El proceso entero quedó registrado en una película muda creada por la «Edison Film Company», subsidiaria de la Edison Manufacturing Company. De hecho, el nombre «Thomas A. Edison» supuestamente aparece al comienzo del filme.
De acuerdo a los historiadores, la ejecución de Topsy no puede ser vinculada a Thomas Edison por el hecho de que la Guerra de las Corrientes llevaba diez años finalizada (el propio Edison había comenzado a perder control de su compañía en 1890), y porque en 1897 vendió sus últimas acciones relacionadas a la electricidad para enfocarse en el mercado del hierro. Además, varias fuentes indican que Edison no estuvo presente en el Luna Park al momento de la ejecución.
Aún así, la regla es que no hay historiador imparcial, y en más de una ocasión ciertos «compatriotas» trataron de presentar a Edison con una mejor luz. En la mente del público, Topsy fue la última víctima de la Guerra de las Corrientes. En el lugar de su muerte hoy existe un monumento, como triste y vergonzoso recordatorio de algo que jamás debe volver a suceder.
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