Los discos duros han resistido a todas las proyecciones, y a pesar del espectacular avance de las unidades de estado sólido, el clásico medio magnético-mecánico de almacenamiento nunca dejó de crecer. Al mismo tiempo, varias compañías de alto nivel buscan llevar esa tecnología a un extremo. En julio del año pasado la Universidad de Delft logró almacenar un bit por átomo, y ahora es el turno de IBM Research, que alcanzó esa misma marca con un nuevo disco duro atómico basado en holmio.
La competencia en el mercado de los discos duros sigue en un nivel muy saludable. En diciembre último, Western Digital anunció nuevas unidades de 12 y 14 terabytes, pero a principios de este año Seagate confirmó que necesitaría apenas dieciocho meses para alcanzar los 16 terabytes. De algún modo, los fabricantes continúan incrementando el espacio de sus unidades sin sacrificar el formato actual, un detalle que servidores, centros de datos, y usuarios independientes alrededor del mundo saben apreciar mucho. Dicho eso, ¿cuál es el límite? Hace poco hablamos del potencial que tiene el ADN como medio de almacenamiento, pero la pregunta va dirigida a la tecnología magnética. De acuerdo a IBM Research, la respuesta es un átomo.
La historia se remonta a enero de 2012, cuando IBM necesitó apenas doce átomos para almacenar un bit. En aquel entonces la compañía utilizó átomos de hierro sobre un sustrato de cobre a una temperatura de un grado Kelvin, pero en esta ocasión se trata de un único átomo de holmio en una superficie de óxido de magnesio. Técnicamente, IBM Research presentó este trabajo como «el imán más pequeño del mundo», y al modificar la dirección magnética en el átomo, estableció un mecanismo de «0» y «1», lo que permite leer y escribir un bit. En otras palabras, el imán de IBM Research es también un disco duro atómico.
Si consideramos que un disco duro promedio necesita cerca de cien mil átomos para almacenar un solo bit, no es difícil visualizar la drástica mejora en la densidad. En teoría, todo el catálogo de iTunes podría ser guardado en un dispositivo tan grande como una tarjeta de crédito, y sobraría espacio. Ahora, tenemos nuestras dudas sobre una posible aplicación directa de este desarrollo en el mundo real. El proceso de lectura/escritura requiere un microscopio de efecto túnel refrigerado con nitrógeno líquido. Tal vez haga lugar a unidades mucho más densas y compactas, pero imaginamos que el «bit por átomo» jamás saldrá del laboratorio…
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